Page 190 - El Misterio de Salem's Lot
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ha hablado del propio Ben. Se sabe que a veces los ritos de exorcismo escapan de
           control y se vuelven contra el exorcista. Creo que Ben debe irse de este pueblo, y tal
           vez también a usted le sentara bien tomarse unas vacaciones.

               Al hablar de exorcismo se acordó de que Ben le había pedido que mencionara a
           Matt el sacerdote católico. Siguiendo un impulso, decidió no hacerlo. La razón de que
           él se lo hubiera pedido aparecía ahora con toda claridad, pero hacerlo no sería más

           que agregar leña a un fuego que, en opinión de Susan, ardía ya con peligrosa fuerza.
           Cuando Ben se lo preguntara, si lo hacía alguna vez, le diría que se había olvidado.
               —Yo sé hasta qué punto debe parecer una locura —dijo Matt—. Hasta para mí,

           que oí levantarse la ventana, y oí esa risa, y esta mañana vi la cortina caída junto a la
           entrada para coches. Pero si de alguna manera eso calma tus temores, te diré que la
           reacción de Ben fue muy sensata. Sugirió que partiéramos de que hay que demostrar

           o descartar una teoría, y que empezáramos por... —De nuevo se interrumpió.
               Esa vez el silencio se devanó como una madeja, y cuando Matt volvió a hablar, a

           Susan le asustó la suave certidumbre de su voz.
               —Hay alguien arriba.
               La muchacha escuchó. Nada.
               —Se imagina cosas.

               —Conozco  mi  casa  —afirmó  Matt—.  Hay  alguien  en  la  habitación  de
           huéspedes... ¿lo oyes?

               Y esta vez Susan lo oyó. El sonido de una tabla, que crujía como suelen hacerlo
           las tablas en las casas viejas, sin razón alguna. Pero a Susan le pareció que en ese
           ruido había algo más... algo de una malignidad pavorosa.
               —Voy a subir —anunció Matt.

               La palabra le salió en un impulso impensado. ¿Quién está ahora sentado en el
           rincón  de  la  chimenea,  se  preguntó,  pensando  que  el  viento  en  los  aleros  es  un

           augurio de muerte?
               —Anoche me asusté y no hice nada, y las cosas empeoraron. Ahora voy a subir.
               —Señor Burke...
               Los  dos  habían  empezado  a  hablar  en  voz  baja.  Como  si  fuera  un  gusano,  la

           tensión se les había infiltrado en las venas, entumeciéndoles los músculos. Tal vez
           había alguien arriba. Algún ladrón.

               —Habla  —dijo  Matt—.  Cuando  yo  haya  salido,  sigue  hablando,  de  cualquier
           cosa.
               Y  antes  de  que  ella  pudiera  replicar,  se  levantó  y  se  dirigió  al  vestíbulo,

           avanzando con una agilidad pasmosa. Una vez miró hacia atrás, pero la muchacha no
           pudo leer su mirada. Matt empezó a subir por las escaleras.
               Susan  sintió  que  su  mente  se  deslizaba  en  la  realidad,  con  el  rápido  giro  que

           habían tomado las cosas. No hacía dos minutos estaban hablando con tranquilidad del




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