Page 187 - El Misterio de Salem's Lot
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sirvió café, muy fuerte, pero bueno.
               —¿A ti te gustó? —preguntó Matt.
               —Eso es parte de la cuestión, ¿no?

               —Podría ser, sí.
               —Bueno, entonces le explicaré mi reacción como mujer. Me gustó y no me gustó.
           Me  resultó  atractivo,  creo  que  con  un  leve  matiz  sexual.  Un  hombre  mayor,  muy

           atento, encantador y cortés. Con mirarlo se sabe que puede pedir la comida en un
           restaurante francés y saber qué vino corresponde a cada plato, no sólo si blanco o
           tinto, sino el año y hasta la bodega. Decididamente, no es de la clase de hombres que

           hay por aquí, pero de ninguna manera afeminado. Y además, siempre es atractivo un
           hombre  que  no  se  avergüenza  de  su  calvicie.  —Sonrió  un  poco  a  la  defensiva,
           dándose cuenta de que se había ruborizado.

               —Pero no te gustó —concluyó Matt.
               Susan se encogió de hombros.

               —Eso  es  más  difícil  de  decir.  Creo...  creo  que  percibí  cierto  desdén  bajo  la
           superficie.  Cierto  cinismo.  Como  si  estuviera  representando  un  papel,  y
           representándolo bien, pero consciente de que no iba a necesitar de todos sus recursos
           para  engañarnos.  Con  un  toque  de  condescendencia.  —Miró  a  Matt  con

           incertidumbre—. Y me pareció que había cierta crueldad en él. No sé por qué.
               —¿Alguien compró algo?

               —No mucho, pero no parecía que eso le importara. Mamá le compró un pequeño
           estante yugoslavo para porcelanas, y la señora Petrie una mesita plegable que es un
           encanto, pero no vi que le compraran más. No parecía disgustado. Simplemente pidió
           a  la  gente  que  le  dijera  a  sus  amigos  que  la  tienda  estaba  abierta,  que  fueran  a

           visitarla. Tiene un encanto muy europeo.
               —¿Y te parece que la gente se quedó encantada?

               —En general, sí—respondió Susan, comparando mentalmente el entusiasmo de
           su madre por R. T. Straker con el disgusto inmediato que le había provocado Ben.
               —¿No viste a su socio?
               —¿Al señor Barlow? No, está en Nueva York en viaje de negocios.

               —Me pregunto si es así —caviló Matt para sí mismo—. El esquivo señor Barlow.
               —Señor Burke, ¿no es mejor que me cuente qué es todo este asunto?

               Matt suspiró con desánimo.
               —Supongo  que  tendré  que  hacerlo.  Lo  que  acabas  de  decirme  es  inquietante.
           Muy inquietante. Todo concuerda...

               —No lo entiendo...
               —Empezaré por mi encuentro con Mike Ryerson en el bar de Dell, anoche... que
           me parece que ocurrió hace ya un siglo.







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