Page 182 - El Misterio de Salem's Lot
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decorada con animales de peluche, entre ellos un perro de aguas con una radio de
           transistores en la barriga, y se quedó mirando la pared, tratando de no pensar. En la
           pared tenía varios pósters del Club Sierra, pero no hacía mucho que se había visto

           rodeada de pósters de los que venían en Rolling Stone y Creem y Crawdaddy, con
           imágenes  de  sus  ídolos:  Jim  Morrison  y  John  Lennon,  Dave  van  Ronnk  y  Chuck
           Berry. Los fantasmas de esos días se agolparon en su recuerdo como mal expuestos

           negativos de la memoria.
               Susan casi podía ver la noticia, destacándose entre el resto del material barato:
           ANDARIEGO JOVEN ESCRITOR Y su ESPOSA AFECTADOS POR «POSIBLE»

           ACCIDENTE DE MOTO. Lo demás, insinuaciones cuidadosamente deslizadas. Tal
           vez  una  foto  tomada  en  el  lugar  del  accidente  por  un  fotógrafo  local,  demasiado
           sangrienta, del gusto exacto de la gente como Mabel.

               Y lo peor era que había quedado sembrada una semilla de duda. Estúpida. ¿Acaso
           pensabas que vivía en una nevera antes de que llegara aquí? ¿Que llegó envuelto en

           una bolsa de celofán esterilizada, como los vasos en los moteles? Estúpida. Pero la
           semilla estaba sembrada. Y por eso sentía hacia su madre algo más que resentimiento
           adolescente... sentía algo sombrío que rayaba con el odio.
               Apartó  esas  ideas,  se  puso  un  brazo  sobre  la  cara  y  se  sumió  en  una  inquieta

           modorra que fue interrumpida por el timbre del teléfono, abajo, y después en forma
           más definida por la voz de su madre:

               —¡Susan, es para tí!
               Susan  bajó,  fijándose  en  que  eran  poco  más  de  las  cinco  y  media.  El  sol  se
           retiraba hacia poniente y la señora Norton estaba en la cocina, empezando a preparar
           la cena. Su padre no había llegado todavía.

               —¿Sí?
               —¿Susan? —La voz era familiar, pero ella no pudo reconocerla inmediatamente.

               —Sí, ¿quién habla?
               —Soy Eva Miller. Tengo que darte una mala noticia.
               —¿Le ha pasado algo a Ben? —De pronto se quedó sin saliva y se llevó la mano
           a la garganta. La señora Norton había salido de la cocina y la miraba desde la puerta,

           con una espátula en la mano.
               —Bueno, hubo una pelea. Esta tarde apareció por aquí Floyd Tibbits...

               —¡Floyd!
               Ante su tono de voz, la señora Norton dio un paso atrás.
               —... y le dije que el señor Mears estaba durmiendo. Dijo que estaba bien, tan

           cortésmente como siempre, pero iba vestido de una manera rarísima. Le pregunté si
           se sentía bien. Llevaba un abrigo viejísimo y un sombrero extravagante, y no sacó las
           manos  de  los  bolsillos.  Ni  me  acordé  de  mencionárselo  al  señor  Mears  cuando  se

           levantó. Ha habido tantas emociones...




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