Page 223 - El Misterio de Salem's Lot
P. 223
sonaban sólo dentro de su cabeza.
Se dio cuenta de que estaba asustado, y de que su cuerpo lo había sabido antes
que su mente. Jamás había estado tan asustado, ni siquiera cuando se cansó de nadar
al volver de la boya de Pop-ham Beach y creyó que se ahogaría. Su mente, que en
cierto modo seguía siendo la de un niño, hizo en pocos segundos un balance de su
situación. El peligro que corría era más que peligro de muerte.
—Déjame entrar, Mark. Quiero jugar contigo.
No había nada donde pudiera sostenerse ese ente abominable que estaba del otro
lado de la ventana, la habitación de Mark estaba en el piso de arriba, y la ventana no
tenía alféizar. Sin embargo, de alguna manera se mantenía suspendido en el vacío, o
tal vez estaba aferrado a los ladrillos como un oscuro insecto.
—Mark... por fin he podido venir. Por favor...
Claro. Uno tiene que invitarles a entrar, pensó Mark.
Mark lo sabía por sus revistas de monstruos, las que su madre temía que pudieran
trastornarlo de alguna manera.
Al levantarse de la cama, casi se cayó. Sólo entonces se dio cuenta de que miedo
era una palabra demasiado débil para eso. Ni siquiera terror servía para expresar lo
que sentía. El pálido rostro que lo miraba desde fuera procuraba sonreír, pero llevaba
demasiado tiempo en las tinieblas para recordar cómo se hacía. Lo que Mark veía era
una mueca crispada, una sangrienta máscara de tragedia.
Sin embargo, si uno le miraba a los ojos, no era tan terrible. Si uno le miraba a los
ojos, ya no tenía tanto miedo y comprendía que todo lo que tenía que hacer era abrir
la ventana y decir «Entra, Danny», y que entonces ya no tendría más miedo porque
sería lo mismo que Danny y que todos ellos, y lo mismo que éL Sería...
¡No! ¡Así es como te atrapan!
Apartó los ojos, y para hacerlo necesitó de toda su fuerza de voluntad.
—¡Mark, déjame entrar! ¡Te lo ordeno! \Él lo ordena!
Mark empezó otra vez a caminar hacia la ventana. Era imposible de evitar. No
había manera de negar esa voz. A medida que se aproximaba al cristal, el maligno
rostro infantil empezó a convulsionarse y a hacer horribles muecas, ansiosamente.
Las uñas, negras de tierra, rascaban el cristal de la ventana.
Piensa en algo. ¡Rápido!, se ordenó Mark.
—El arzobispo de Constantinopla —susurró roncamente—. El arzobispo de
Constantinopla se quiere desarzobispoconstantinopolizar. El
desarzobispoconstantinopolizador que lo desarzobispoconstantinopolice buen
desarzobispoconstantinopolizador será.
Danny Glick, con la mirada fija en él, emitía un sonido sibilante.
—¡Mark! ¡Abre la ventana!
—En un plato de patatas...
www.lectulandia.com - Página 223