Page 220 - El Misterio de Salem's Lot
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permitiría que le sucediera nada malo.
               —Pues no te irás. Nunca.
               Corey se quedó inmóvil y tembloroso, como si hubiera echado raíces, mientras la

           cabeza de Barlow se inclinaba hacia él.
               —Y lograrás vengarte de los que se llenan mientras otros padecen necesidad.
               Corey Bryant se hundía en el gran río del olvido, y ese río era el tiempo, y sus

           aguas eran rojas.



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               Eran las nueve, y por el televisor del hospital, empotrado en la pared, estaba a

           punto de empezar la película del sábado por la noche, cuando sonó el teléfono que
           había junto a la cama de Ben. Era Susan, que apenas si podía mantener el control de

           su voz.
               —Ben,  Floyd  Tibbits  ha  muerto.  Murió  en  la  celda,  en  algún  momento  de  la
           noche. El doctor Cody dice que por anemia aguda... ¡pero yo conocía a Floyd! Sufría
           de hipertensión y por eso no le aceptaron en el ejército.

               —Tranquilízate —aconsejó Ben, mientras se sentaba en la cama.
               —Hay  más.  Una  familia  de  apellido  McDougall,  que  vive  en  el  Bend.  Se  les

           murió un bebé de diez meses. A la señora McDougall la han detenido.
               —¿Sabes cómo murió el bebé?
               —Mi  madre  dijo  que  la  señora  Evans  fue  a  ver  por  qué  gritaba  Sandra

           McDougall,  y  fue  ella  quien  llamó  al  anciano  doctor  Plowman.  Plowman  no  dijo
           nada, pero la señora Evans le comentó a mi madre que al bebé no parecía pasarle
           nada..., salvo que estaba muerto.

               —Y tanto Matt como yo, los estrafalarios, estamos casualmente fuera del pueblo
           y fuera de combate —reflexionó Ben, más para sí que para Susan—. Casi como si
           fuera planeado.

               —Hay más.
               —¿Más?
               —Cari Foreman ha desaparecido, y el cuerpo de Mike Ryerson también.

               —Creo que es eso —se oyó decir Ben—. Tiene que ser eso. Voy a salir de aquí
           mañana.
               —¿Te darán de alta tan pronto?

               —No tendrán nada que decir al respecto. —Ben articuló las palabras sin pensar
           en ellas; su mente estaba en otra cosa—. ¿Tienes un crucifijo?
               —Un... —Su voz sonó sorprendida, y un poco divertida—. Vaya, pues no.

               —No bromeo, Susan. Jamás he hablado más en serio. ¿Hay algún lugar donde




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