Page 217 - El Misterio de Salem's Lot
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Sin  dejar  de  sonreír,  Reggie  le  miró  un  momento  y  después  dio  vuelta  a  la
           escopeta y la cogió por los cañones.
               —Ahora voy, Bonnie —anunció, volviéndose hacia el dormitorio.

               Bonnie Sawyer empezó a chillar.



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               Corey  Bryant  se  encaminó  tambaleándose  por  Deep  Cut  Road  hacia  el  lugar
           donde había dejado aparcada la furgoneta de la telefónica. Su cuerpo hedía, y tenía
           los ojos vidriosos e inyectados en sangre. En la parte posterior de la cabeza, donde se
           había golpeado contra el suelo al desmayarse, tenía un gran chichón. Sus botas hacían

           un ruido extraño al arrastrarse sobre la tierra blanda. Corey trataba de no pensar en la
           ruina total en que se había convertido su vida. Eran las ocho y cuarto. Cuando le

           había  despedido  en  la  puerta  de  la  cocina,  Reggie  Sawyer  seguía  sonriéndole
           bondadosamente. Desde el dormitorio, como un contrapunto a sus palabras, llegaban
           los sollozos desgarradores de Bonnie.
               —Ahora te vas como un buen chico. Te metes en tu furgoneta y te vuelves al

           pueblo. A las diez menos cuarto pasa el autobús que va de Lewiston a Boston. En
           Boston  puedes  tomar  otro  a  cualquier  lugar  del  país.  La  parada  está  en  el  bar  dé

           Spencer. Márchate, porque si te vuelvo a ver te mataré. Con ella no pasará nada; ya
           está  domada.  Durante  un  par  de  semanas  tendrá  que  usar  pantalones,  y  blusas  de
           manga larga, pero en la cara no le quedará marca alguna. Lo mejor que puedes hacer

           es irte de Salem's Lot sin cambiarte de ropa siquiera, antes de que vuelvas a pensar
           que eres un hombre.
               Y ahí iba Corey, caminando y dispuesto a hacer exactamente lo que le había dicho

           Reggie Sawyer. Desde Boston podría ir hacia el Sur... a cualquier parte. En el banco
           tenía una cuenta con algo mas de mil dólares. Su madre siempre había dicho que era
           un muchacho muy ahorrativo. Podía telegrafiar para que le enviaran el dinero, y vivir

           de  eso  hasta  que  consiguiera  trabajo  y  empezara  con  la  larga  y  ardua  tarea  de
           olvidarse  de  esa  noche,  del  sabor  del  cañón  de  la  escopeta,  del  olor  de  sus
           excrementos aplastados contra los pantalones.

               —Hola, señor Bryant.
               Corey soltó un grito ahogado y miró a la oscuridad* sin ver nada al principio. El
           viento se movía en los árboles y hacía que las sombras danzaran a través del camino.

           De  pronto  sus  ojos  distinguieron  una  sombra  más  sólida,  de  pie  junto  al  muro  de
           piedra que corría entre el camino y el campo de Cari Smith. La sombra tenía forma
           humana, pero había algo... algo...

               —¿Quién es usted?




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