Page 278 - El Misterio de Salem's Lot
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Bannock, que tenía en un lado del cuello una gran marca de nacimiento de color
fresa. Dos semanas antes de la boda, cuando volvía del trabajo a su casa, un coche le
atropello y lo mató. Dos años más tarde, la muchacha se comprometió con otro
hombre. De forma inesperada, rompió el compromiso la semana antes de que se
leyeran por segunda vez las amonestaciones. Contó a sus padres y a sus amigos que
John Bannock había ido a visitarla durante varias noches, y que ella se había acostado
con él. Según contaba Ray, al segundo novio le inquietaba más la idea de que su
prometida pudiera sufrir algún desequilibrio mental que la posibilidad de las visitas
demoníacas. Sea como fuere, la muchacha se consumió, murió, y fue enterrada con el
ceremonial habitual de la Iglesia.
»Pero el motivo de la carta de Ray no era ese. La razón fue algo que ocurrió un
par de meses después del entierro de la muchacha. Una vez que había salido a
caminar, por la mañana temprano, Ray vio a un joven de pie junto a la tumba de la
muchacha, y ese joven tenía en el cuello una marca de nacimiento del color de las
fresas. Tampoco acaba ahí la historia. Para la Navidad anterior, sus padres habían
regalado a Ray una cámara Polaroid, con la que él se entretenía tomando instantáneas
de la comarca de Cornualles. Yo he visto algunas en el álbum que guarda en la
rectoría, y son bastante buenas. Como esa mañana había salido con la cámara, tomó
varias instantáneas del muchacho y, cuando las mostró en el pueblo, la reacción que
provocó fue pasmosa. Una anciana cayó desmayada, y la madre de la muchacha
muerta se puso a rezar en plena calle. Pero a la mañana siguiente, cuando Ray se
levantó, la figura del muchacho se había borrado completamente de las fotografías, y
lo único que quedaba eran unas cuantas vistas del cementerio del pueblo.
—¿ Y cree usted eso? —preguntó Matt.
—Claro que sí. Y sospecho que la mayoría de la gente lo creería. Las personas no
tienen tantos recelos ante lo sobrenatural como les gusta creer a los novelistas. La
mayoría de los escritores que se ocupan de ese tema, en realidad, son más escépticos
respecto de los espíritus, los demonios y los espantajos de lo que suele serlo el
hombre de la calle. Lovecraft era ateo. Edgar Allan Poe, un trascendentalista bastante
ignorante. Y la religión de Hawthorne no era más que convencional.
—Tiene usted un notable conocimiento del tema comentó Matt.
El sacerdote se encogió de hombros.
—De muchacho me interesé por lo oculto y lo extravagante —evocó—, y de
mayor mi vocación por el sacerdocio fomentó ese interés más que disminuirlo. —
Dejó escapar un profundo suspiro—. Pero últimamente he empezado a plantearme
interrogantes muy arduos respecto a la naturaleza del mal en el mundo... y eso ha
estropeado bastante la diversión — concluyó con una sonrisa agria.
—Entonces... ¿investigaría usted algo si yo se lo pidiera? ¿Y no tendría
inconveniente en llevar una hostia y un poco de agua bendita?
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