Page 273 - El Misterio de Salem's Lot
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etiqueta  de  «Cristo»,  del  cual  pendiera  una  escala  de  cuerda.  Pese  a  todo,  seguía
           convencido  de  que  su  intuición  le  había  señalado  la  verdad,  y  encontraba  que  el
           resultado de esa lógica peculiar del lecho de enfermo solía provocar en el paciente

           una  depresión  aguda.  Los  síntomas  incluían  ojos  inexpresivos,  reacciones  lentas,
           suspiros profundos y, a veces, lágrimas al ver al sacerdote, ese cuerpo ominoso cuya
           función dependía en última instancia de lo que el ser pensante creyera respecto de su

           mortalidad.
               Matt Burke no mostraba signos de tal depresión. Le tendió la mano y Callahan se
           encontró con un apretón sorprendentemente firme.

               —Padre Callahan, le agradezco que haya venido.
               —Con  todo  gusto.  Un  buen  maestro,  como  una  buena  esposa,  es  una  perla
           inapreciable.

               —¿También un viejo oso agnóstico como yo?
               —Muy especialmente —respondió Callahan, encantado—. Tal vez le encuentre a

           usted en mal momento. Me han dicho que en la unidad de cuidados intensivos ya no
           quedan ateos, y poquísimos agnósticos.
               —Pronto me sacarán de aquí, lamentablemente.
               —Una  lástima  —sonrió  Callahan—.  Todavía  le  veremos  a  usted  diciendo

           padrenuestros y avemarías.
               —Pues eso no es tan absurdo como podría usted pensar —acotó Matt.

               El padre Callahan se sentó y, cuando acomodaba su silla, pegó un rodillazo contra
           la cama. Una pila de libros cayó sobre sus piernas, y él fue leyendo los títulos en voz
           alta a medida que volvía a colocarlos.
               —Drácula.  El  huésped  de  Drácula.  La  búsqueda  de  Drácula.  La  rama  dorada.

           Historia  natural  de  los  vampiros.  Relatos  de  folclore  húngaro.  Monstruos  de  la
           oscuridad. Monstruos de la vida real Peter Kurtin, el monstruo de Dusseldorf. Y... —

           Sacudió la capa de polvo de la última cubierta, revelando una figura espectral que se
           cernía amenazante sobre una damisela dormida— Varney el vampiro, o la fiesta de la
           sangre. Vaya, vaya... ¿lectura recomendada para convalecientes de ataques cardíacos?
               Matt sonrió.

               —Pobre Varney. Ése lo leí hace mucho tiempo, para preparar una clase mientras
           estaba en la universidad... Literatura del romanticismo. El profesor, cuya idea de lo

           fantástico  arrancaba  de  Beowulf  y  llegaba  hasta  The  Screwtape  Letters,  se
           escandalizó mucho. Me puso una nota y me recomendó que buscara una bibliografía
           más seria.

               —Pero el caso de Peter Kurtin resulta bastante interesante, por repulsivo que sea
           —señaló el padre Callahan. —¿Conoce usted la historia?
               —Sí,  la  mayor  parte  de  ella.  Me  interesé  por  esas  cosas  cuando  estudiaba

           teología. Mi excusa ante los profesores demasiado escépticos era que, para ser buen




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