Page 270 - El Misterio de Salem's Lot
P. 270

No  había  nada  más  que  decir.  La  característica  esencial  de  la  niñez  no  es  que
           sueño y realidad se mezclen sin esfuerzo, sino la alienación. No hay palabras para los
           oscuros efluvios y peripecias de esa edad. Los niños que saben lo admiten, y aceptan

           las consecuencias. Un chico que calcula los costes ya ha dejado de ser un niño.
               —Se me pasó el tiempo —agregó—, y...
               En ese momento, su padre se hizo cargo de él.




                                                            5




               En la oscuridad que precede al amanecer del lunes, algo rascaba en la ventana.
               Regresó desde el sueño sin intervalo alguno de somnolencia ni desorientación. La

           insania del sueño y de la vigilia se parecían ahora notablemente.
               El rostro que destacaba en la oscuridad al otro lado de la ventana era el de Susan.

               —Mark... déjame entrar.
               El chico se levantó de la cama. El suelo estaba frío para sus pies desnudos. Estaba
           tiritando.
               —Vete—le dijo.

               No había ninguna inflexión en su voz. Observó que ella llevaba todavía la misma
           blusa, los mismos pantalones. Quien sabe si los padres de ella estarán preocupados,

           pensó Mark. Si habrán llamado a la policía.
               —No está tan mal, Mark. —Mientras hablaba, Susan le miraba con inexpresivos
           ojos  de  obsidiana.  Al  sonreírle  mostró  los  dientes,  que  se  destacaron  con  nítido

           relieve bajo la palidez de las encías—. Es muy bueno, en realidad. Déjame entrar, que
           te enseñaré. Quiero besarte, Mark. Besarte todo, como nunca te ha besado tu madre.
               —Vete —repitió él.

               —Alguno de nosotros te vencerá, tarde o temprano —expresó Susan—. Ahora
           somos  muchos.  Déjame  entrar,  Mark...  Tengo  hambre.  —Intentó  sonreír,  pero  la
           sonrisa se convirtió en una oscura mueca que a Mark le hizo sentir un escalofrío.

               Levantó la cruz y la apoyó contra la ventana.
               Ella emitió un silbido como si la hubieran quemado y se soltó del marco. Durante
           un  momento  siguió  suspendida  en  el  aire,  mientras  su  cuerpo  iba  volviéndose

           indistinto  y  nebuloso.  Después  desapareció,  pero  no  sin  que  Mark  viera  (o  le
           pareciera ver) en su rostro una mirada de desesperada infelicidad.
               La noche volvió a quedar tranquila y silenciosa.

               «Ahora somos muchos...»
               Los  pensamientos  de  Mark  regresaron  hasta  sus  padres,  que  ajenos  al  peligro
           dormían en la habitación de abajo, y el espanto le agarrotó las entrañas.

               Algunos hombres sabían, había dicho Susan, o sospechaban.




                                        www.lectulandia.com - Página 270
   265   266   267   268   269   270   271   272   273   274   275