Page 267 - El Misterio de Salem's Lot
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náusea..'
Cuando empezó a pasársele, Mark miro hacia la ventana cerrada. La luz que
entraba a través de las fisuras de la madera se había desteñido hasta alcanzar un ocre
opaco. El sol debía de estar poniéndose. Y la puerta estaba cerrada con llave.
Tiró de la cuerda hasta descolgarla de la viga y empezó a aflojar los nudos de las
piernas. Estaban muy ajustados, y la reacción provocada por el éxito inicial había
empezado a debilitar la concentración de Mark.
Se soltó los muslos, las rodillas y, tras un denodado esfuerzo, los tobillos. Se
levantó tambaleante y empezó a frotarse las piernas
Abajo se oyó ruido de pasos.
Invadido por el pánico, levantó la mirada, mientras sus narices se dilataban.
Avanzó torpemente hacia la ventana e intentó abrirla. Estaba asegurada con clavos
enmohecidos, doblados a martillazos sobre la madera del alféizar.
Los pasos ascendían por la escalera.
Mark se enjugó la boca con la mano y miró con desesperación alrededor. Dos
pilas de revistas. Una pequeña plancha metálica con un desgastado grabado. El
armazón de la cama de hierro fundido.
A ella se dirigió y la levantó por un extremo. Y tal vez algún dios remoto, al ver
cuánto era lo que el muchacho había hecho solo, se compadeció de él.
Los pasos habían empezado a acercarse a la puerta cuando Mark consiguió acabar
de destornillar la pata de la cama.
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Cuando se abrió la puerta, Mark estaba detrás de ella con la pata de la cama
levantada, como un piel roja con su tomahawk.
—Jovencito, vengo a...
Cuando vio la cuerda tendida en el piso, la sorpresa lo paralizó, durante un
segundo tal vez. Ya había cruzado la puerta.
Mark vivía las cosas con la lentitud de una jugada de fútbol que se repite en
cámara lenta. Tenía la sensación de disponer de minutos, no de apenas unos
segundos, para apuntar al cráneo que aparecía más acá del umbral de la puerta.
Con ambas manos asestó el golpe con la pata, no con toda la fuerza de que era
capaz, porque prefirió sacrificar un poco de fuerza para conseguir mejor puntería.
Alcanzó a Straker exactamente encima de la sien, en el momento en que éste
empezaba a darse la vuelta para mirar detrás de la puerta. Los ojos, que tenía muy
abiertos, se cerraron bruscamente por el dolor. Del cuero cabelludo comenzó a manar
sangre a borbotones.
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