Page 264 - El Misterio de Salem's Lot
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postigo, y cómo Straker se apoderaba otra vez de su cuerpo, lacerado y sangrante.
               Se vio atado sobre el suelo, vio cómo se extinguía la luz, cómo sus esfuerzos por
           liberarse  eran  cada  vez  más  frenéticos  e  inútiles,  y  oyó  finalmente  cómo  subía

           ominosamente las escaleras un individuo mil veces peor que Straker.
               Se vio recurriendo a una treta que había aprendido el verano anterior cuando leía
           un libro sobre Houdini, el famoso mago capaz de escaparse de una celda, de un cajón

           cerrado con cadenas y de la bóveda de un banco. Podía soltarse de cuerdas, esposas
           de acero e instrumentos de tortura chinos. Y una de las cosas que hacía era contener
           el aliento y tensar fuertemente los puños cuando una persona del público le ataba.

           También había que contraer los muslos, los antebrazos y los músculos del cuello. Si
           uno tenía músculos bien desarrollados, al relajarlos conseguía cierta flojedad en las
           ligaduras. Entonces, todo consistía en relajarse por completo y trabajar con lentitud y

           tesón para escapar, sin dejarse dominar por el pánico. Poco a poco, también el cuerpo
           ayudaba, lubricándose con sudor. En el libro parecía muy fácil.

               —Date la vuelta; te voy a atar— le dijo Straker — . Y mientras lo haga no te
           muevas,  porque  si  te  mueves,  con  esto  —  levantó  el  pulgar  —  te  vaciaré  el  ojo
           derecho. ¿Lo entiendes?
               Mark  asintió.  Hizo  una  inspiración  profunda,  retuvo  el  aire  y  contrajo  los

           músculos. Straker arrojó la cuerda por encima de una viga.
               —Acuéstate — le dijo. Mark obedeció.

               Straker le cruzó las manos a la espalda y se las ató firmemente con la cuerda.
           Hizo un lazo, se lo pasó por el cuello y lo aseguró
               Estás atado a la misma viga de donde se colgó el amigo y patrono de mi amo en
           esta comarca, jovencito. ¿No te halaga?

               Mark emitió un gruñido y Straker rió. Le pasó la cuerda entre las piernas, y el
           chico gimió cuando se la ajustó con un tirón brutal.

               —¿Te duele? — acotó con cínico humor — . No será por mucho rato. De todas
           maneras, llevarás una vida ascética, hijo... una vida muy larga.
               Rodeó  con  la  cuerda  los  tensos  muslos  del  chico,  aseguró  el  nudo  y  volvió  a
           rodearle  las  rodillas  y  los  tobillos.  A  Mark  ya  se  le  hacía  difícil  contener  la

           respiración, pero se dominó obstinadamente.
               —Estás  temblando,  jovencito  —  se  burló  Straker  —  .  Tienes  todo  el  cuerpo

           entumecido. Y toda la carne blanca... ¡pero la tendrás más blanca aún! No tienes por
           qué tener tanto miedo. Mi amo es muy capaz de ser bondadoso. Y es muy venerado
           aquí  en  tu  propio  pueblo.  No  es  más  que  un  pequeño  pinchazo;  como  cuando  el

           médico te pone una inyección, y después todo es dulzura. Y más tarde quedarás libre.
           E irás a ver a tu padre y a tu madre, ¿verdad? Irás a verlos mientras duermen.
               Se levantó y miró con benevolencia a Mark.

               —Ahora  tengo  que  dejarte  por  un  rato,  Jovencito.  He  de  acomodar  a  tu




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