Page 265 - El Misterio de Salem's Lot
P. 265

encantadora consorte. Cuando volvamos a vernos, me tendrás más afecto. Y salió,
           dando un portazo. Una llave resonó en la cerradura.
               Mientras sus pies se alejaban por la escalera, Mark dejó escapar el aliento y relajó

           los músculos con un gran suspiro. . Las cuerdas que le inmovilizaban se aflojaron un
           poco.
               Se  quedó  quieto.  Su  mente  seguía  volando  eufórica.  Miró  a  lo  largo  del  suelo

           irregular en dirección a la cama de hierro. Más allá se elevaba la pared. En esa parte,
           el empapelado se había desprendido y estaba caído jumo al armazón de la cama como
           la desechada piel de una víbora. Mark se concentró en un pequeño sector de la pared

           y  lo  examinó  con  atención,  apartando  de  su  mente  todo  lo  demás.  El  libro  sobre
           Houdini decía que lo más importante era la concentración. No había que permitir que
           el pánico se insinuara en la mente. El cuerpo debía estar completamente relajado. Y la

           fuga debía tener lugar mentalmente antes de mover un solo dedo. Cada paso debía
           existir concretamente en el pensamiento.

               Mientras miraba la pared, pasaban los minutos.
               La pared era blanca e irregular. Por último, a medida que su cuerpo se relajaba,
           empezó a verse a sí mismo proyectado: un muchachito de camiseta azul y téjanos.
           Estaba situado de costado, con los brazos atados a la espalda, las muñecas apoyadas

           en  la  depresión  lumbar.  Tenía  un  lazo  corredizo  alrededor  del  cuello,  y  cualquier
           movimiento  impulsivo  lo  ajustaría  inexorablemente  hasta  privar  al  cerebro  del

           oxígeno indispensable para mantener la lucidez.
               Siguió mirando la pared.
               La figura allí proyectada había empezado a moverse cautelosamente, aunque el
           propio Mark siguiera tendido, perfectamente inmóvil. Como extasiado, observó todos

           los movimientos de la imagen. Había alcanzado un nivel de concentración propio de
           los faquires y los yoguis de la India. Ya no le preocupaba Straker ni la menguante luz

           del  día.  Había  dejado  de  ver  el  suelo  irregular,  el  armazón  de  la  cama,  la  pared
           incluso. Lo único que veía era al muchacho, una figura perfecta que se movía en una
           leve danza de músculos cuidadosamente controlados.
               Siguió mirando la pared.

               Finalmente empezó a mover las muñecas. Al límite de cada movimiento las partes
           de las palmas más próximas al pulgar se tocaban, sin que se movieran otros músculos

           que los de la parte inferior del antebrazo. Sin apresurarse, Mark seguía mirando la
           pared.
               Cuando el sudor empezó a brotarle, las muñecas se movieron con más libertad.

           Los movimientos se ampliaron. Al término de cada uno, los dorsos de las manos se
           tocaban. Las vueltas de cuerda que las sujetaban se habían aflojado un poco.
               Mark se detuvo.

               Pasado un momento, empezó a flexionar los pulgares contra las palmas, mientras




                                        www.lectulandia.com - Página 265
   260   261   262   263   264   265   266   267   268   269   270