Page 12 - La iglesia
P. 12
—No me creo que no supieras lo del destino a Ceuta.
—Soy el secretario del obispo, pero no me lo cuenta todo —se defendió el
padre Rial; le dio una palmada en el hombro—. Tómatelo como unas
vacaciones, hombre. Tres años sin aguantar niños te vendrán de fábula.
—Tengo que ver al padre Arenas.
—Primer piso, te acompaño. Te va a poner de los nervios: es vejete,
tartamudo y tiene un montón de tics nerviosos. Nosotros le llamamos el padre
Arenas movedizas.
—Justo lo que necesito para acabar bien el día —se quejó Ernesto.
Los sacerdotes bajaron las escaleras riéndose. El sonido de sus pisadas
contra el mármol resonó en el edificio con alegría.
A partir de ese día, la risa se convirtió en un bien escaso para Ernesto
Larraz.
Página 12