Page 20 - La iglesia
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llaves. Acertó con la segunda; para su sorpresa, funcionó con una suavidad

               inusitada.
                    —Tú primero, Maite.
                                                                               ⁠
                    —Echemos un vistazo por fuera antes de entrar —propuso ella, elevando
               la vista hacia lo alto de la iglesia en busca de averías visibles; tras examinar la
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               fachada,  emitió  un  juicio  satisfactorio—.  Pues  está  muchísimo  mejor  de  lo
               que esperaba…
                    La iglesia era de tamaño medio. A diferencia de la mayoría de templos
               cristianos de Ceuta, esta no se encontraba adosada a ningún otro edificio, sino

               que se erguía majestuosa en mitad de unos jardines que habían degenerado en
               una selva de malas hierbas y matorrales. Su planta era cruciforme y simétrica,
               interrumpida solo por la curvatura de los muros en la zona correspondiente al
               crucero,  donde  la  piedra  vista  se  elevaba  para  sostener  una  cúpula

               semicircular culminada en una cruz de hierro forjado.
                    Observaron las vidrieras. Contra todo pronóstico, no encontraron ninguna
               rota.
                    —¿Cómo  puede  ser  que  no  haya  un  solo  cristal  roto  después  de  tanto

               tiempo abandonada? —⁠se preguntó Maite en voz alta.
                    —Serán a prueba de balas —bromeó Juan Antonio.
                    La iglesia estaba construida en piedra vista, a excepción del breve pórtico
               delantero, formado por cuatro columnas de mármol embutidas en el muro que

               sostenían  el  triángulo  que  alojaba  la  imagen  de  la  virgen.  El  campanario,
               solitario, se encontraba al fondo, más allá de la cúpula. Era de una sencillez
               ecléctica, difícil de catalogar.
                    —¿Cuál  dirías  que  es  su  estilo  arquitectónico,  jefa?  —⁠preguntó  Juan

               Antonio.
                                                                 ⁠
                    —Podríamos decir que neotaleguero —respondió Maite, sin dejar de sacar
               fotos⁠—.  La  construyeron  los  presos  en  el  siglo  XVII  por  orden  de  un  tal

               Edmundo Coelho. Fue un regalo para los frailes jorgianos.
                    —Nunca había oído hablar de ellos hasta ahora, aunque bueno… Ya sabes
               que mi interés por estas cosas es nulo.
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                    —La orden de San Jorge de Capadocia —especificó Maite, que se había
                                                                                           ⁠
               tomado la molestia de informarse en la vicaría esa misma mañana—. Según el
               padre  Alfredo,  una  orden  militar  muy  antigua  y  en  vías  de  extinción.
               Anduvieron  dando  caña  por  Jerusalén,  durante  las  Cruzadas,  y  también
               participaron en otras guerras contra los musulmanes.

                    —Así que les iba la marcha…






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