Page 81 - La iglesia
P. 81

conformó con besar su mejilla humedecida por las lágrimas y se dirigió a la

                       ⁠
               madre—.  Señora,  un  placer.  Ojalá  nos  hubiéramos  conocido  en  otras
               circunstancias…
                    —Igualmente —dijo ella, expeliendo el humo del cigarrillo como si fuera
               un dragón intentando arrasar una aldea.

                    Juan Antonio huyó hacia su coche con pasos rápidos y sin mirar atrás. La
               luz  de  las  farolas  alumbraba  el  aparcamiento  de  Urgencias.  Sin  dejar  de
               caminar,  sacó  las  llaves  del  bolsillo,  dispuesto  a  entretenerse  lo  menos
               posible, aunque sabía que aquellas prisas no le servirían de nada. Si el poli

               quería  interrogarle,  le  interrogaría.  Además,  qué  coño,  no  tenía  nada  que
               ocultar. Justo cuando estaba a punto de introducir las llaves en la cerradura
               del Avensis, una voz a su espalda le saludó:
                    —Buenas noches, señor Rodero, ¿me concede dos minutos?

                    Juan Antonio se enfrentó a él con expresión resignada. Le mostró la placa
               con una sonrisa.
                    —Soy  el  inspector  Hidalgo,  me  gustaría  hacerle  unas  preguntas.  Pura
               rutina.

                    —De acuerdo. ¿Qué quiere saber?
                    —Esta mañana estuvo usted en casa de la señora Damiano, ¿verdad?
                    —Sí. Fui a llevarle unos papeles para que los firmara. Ella es mi jefa.
                                                                      ⁠
                    —Lo sé —dijo el policía, en tono cordial—. Mire, iré al grano para no
               hacerle  perder  el  tiempo:  hemos  encontrado  drogas  en  casa  de  Maite
               Damiano. ¿Sabe usted algo al respecto? ¿Es consumidora habitual?
                    —¿Drogas? —Juan Antonio parpadeó, extrañado⁠—. Que yo sepa, Maite
               ni siquiera se fuma un porro de vez en cuando…

                                                                                   ⁠
                    —No  me  refería  a  ese  tipo  de  drogas  —⁠matizó—.  Me  refiero  a
               tranquilizantes. Su médico le prescribió Alprazolam, en comprimidos de cero
                                                                                        ⁠
               cincuenta  miligramos,  y  Noctamid  un  gramo  —⁠especificó—.  La  señora
               Damiano tenía en casa Valium 10 y Tranxilium 15. ¿Tiene idea de quién pudo

               proporcionárselos?
                    Juan Antonio recordó que Maite había dicho que los fármacos procedían
               de  una  amiga  a  la  que  definió  como  neurasténica,  pero  decidió  ocultar  la
               información.

                    —Lo  siento,  pero  mi  relación  con  Maite  Damiano  es,  sobre  todo,
                                                                         ⁠
               profesional —⁠declaró, encogiéndose de hombros—. Alguna que otra vez me
               tomo una copa con ella, pero nada más. No sé demasiado de su vida privada,
               ni conozco a sus amistades.

                    —¿Bebe?




                                                       Página 81
   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86