Page 360 - La máquina diferencial
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Modus
Parecía que a su señoría no la habían tratado bien los publicistas parisinos, pues la
sala de conferencias, a pesar de su modestia, no estaba ni medio llena.
Los asientos de tapicería oscura, ordenados pulcramente en filas como
columnatas, estaban punteados de manera precisa por las brillantes calvas de los
matemáticos. Aquí y allá, entre los sabios, se sentaban chasqueadores franceses de
mediana edad, cuyos elegantes atuendos de lino veraniego parecían bastante pasados
de moda. Las últimas tres filas correspondían a un club de mujeres de París, que
mataba el tiempo disfrutando del calor estival y charlando de manera audible, pues
hacía un buen rato que habían perdido el hilo de la conferencia de su señoría.
Lady Ada Byron volvió una página y se llevó un dedo enguantado a sus quevedos
bifocales. Durante varios minutos, una enorme mosca de color verde había estado
volando en círculos alrededor de su podio. En aquel momento interrumpió la
complejidad de sus espirales para posarse en el voluminoso archipiélago del hombro
acolchado y cubierto de encaje de su señoría.
La Madre dijo:
—Nuestras vidas quedarían grandemente iluminadas si el discurso humano
pudiera interpretarse como la exfoliación de un sistema formal más profundo. Ya no
tendríamos que evaluar las grandes ambigüedades del habla humana, sino que
podríamos juzgar la validez de cualquier frase mediante la referencia a una serie fija
y descriptible de leyes y axiomas. El sueño de Leibnitz era encontrar este sistema, la
Characteristica Universalis...
»Y, sin embargo, la ejecución del llamado programa Modus ha demostrado que
cualquier sistema formal es tan incompleto como incapaz de establecer su propia
consistencia. No existe un modo matemático de expresar la realidad del término
“verdad”. La naturaleza transfinita de las conjeturas Byron fue la ruina de la Gran
Napoleón; el programa Modus inició una serie de bucles interconectados que, aunque
difíciles de establecer, eran aún más difíciles de eliminar. ¡El programa se ejecutaba,
y al hacerlo volvía inútil la máquina! Fue una dolorosa lección sobre las renqueantes
capacidades de hasta los mejores de nuestros ordinateurs.
»Sin embargo, estoy convencida, y debo afirmarlo con toda rotundidad, que la
técnica modus de la autorreferencia será algún día la base de un metasistema
genuinamente trascendente de matemáticas calculatorias. El modus ha demostrado
mis conjeturas, pero su uso práctico requiere de una máquina de vasta capacidad,
capaz de llevar a cabo iteraciones de indecible sofisticación y complejidad.
»¿No es extraño que unos simples mortales puedan hablar de un concepto, la
“verdad”, que es infinitamente complicado? Y, sin embargo, ¿no es un sistema
cerrado la esencia de lo mecánico, lo carente de pensamiento? ¿Y no es un sistema
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