Page 187 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí

               invitar gentilmente a rendirse a más villas y aldeas. Fue exactamente lo que consiguió: mis
               súbditos se airaron contra mí; los alrededores de Baza se rindieron: Huéscar, Orce, Galera y
               Benamaurel.
                     Durante el resto del año, el cristiano aprovisionó y mantuvo las fortalezas ocupadas en
               junio, y, para inutilizarme, firmó conmigo una renovación de la tregua durante dos años.

                     Mientras, “el Zagal”, más airado que nunca, se lanzó desde Guadix contra los campos
               de Alcalá la Real, y se apropió de bienes y rebaños. Después recuperó Níjar, Filabres y el
               valle del  Almanzora, asaltó  Almuñécar, tomó  Nerja y  Torrox  y, entrando finalmente en la
               Vega, se apoderó de Alhendín y Padul. Desde los muros de la Alhambra yo veía sus tropas.
               Una luminosa mañana, apoyado en las almenas, sentí un estremecimiento; lo atribuí al
               insensato gozo de contemplar cómo mi tío, indesmayable, pasaba revista a sus soldados.
               Vaciló el suelo bajo mis pies, y pensé que la emoción me hacía vacilar a mí; pero era un
               temblor de tierra, de los que son corrientes en Granada. Moraima subíó empavorecida con
               nuestro hijo pequeño en brazos.
                     —Hasta Dios y la tierra están en contra nuestra —sollozaba.
                     Los dos juntos observamos las evoluciones de las tropas del “Zagal” al pie del castillo
               de Alhendín, lejanas y tan próximas.
                     Pensé que, al menos, habíamos compartido el terremoto.
                     El mismo día por la tarde supe que Fernando había encomendado a Ponce de León,
               nuestro más asiduo adversario, el mando unificado de los castillos fronterizos. Dentro de mí
               resonó el eco de un aldabonazo más fuerte aun que los anteriores: el destino golpeaba con
               premura en nuestra puerta.
                     A continuación,  Baza fue designada objetivo inmediato.  Antes de venir contra
               Granada, Fernando se proponía desguazar al “Zagal”.
                     Por su situación,  Baza era más asequible  que  Almería y  más cómoda para el
               aprovisionamiento de  los asaltantes: por tierra, desde  Quesada y  el valle del  alto
               Guadalquivir; por mar, desde  Vera y las playas murcianas.  Todo había sido tan
               concienzudamente calculado, que se transparentaba la mente matemática de Gonzalo de
               Córdoba.
                     Por su parte, “el  Zagal”, preparó su respuesta: al comandante de  Baza,  Mohamed
               Hasán, le envió refuerzos al mando de  Yaya al  Nagar.  Con ello incurrió en el error más
               grave de su vida.
                     ¿Quién es ese hombre funesto?
                     En él confluyen las sangres de los dos caudillos de la lucha contra los almohades: Ibn
               Hud, que era un Al Nagar, y Mohamed al Ahmar, el Fundador de nuestra Dinastía. Durante
               siglos, soterradamente o a las claras, las  dos familias habían sido enemigas.  De un
               entronque, a través de Yusuf Iv, brotó la rama de Ibn Salim Ben Ibrahim, padre de Yaya. Ya
               aquél había conspirado contra mi abuelo con Fernando de Aragón.
                     Yaya heredó de su  padre su afición a vender: volvió a acordar  con el príncipe
               aragonés la entrega de Almería. Mi padre, sultán ya, entró en sospechas por la facilidad con
               que se rendían sin resistencia las poblaciones en el camino a ella  desde  Murcia.
               Compareció personalmente en la ciudad, la reafirmó, la abasteció de tropas, y desterró a
               Yaya, que se quedó deshonrado y sin tierras. Fue acogido en el ejército cristiano, pero con
               dificultad, porque a  Fernando, aun convencido de lo contrario, le convenía acusarlo de
               impericia o de mala fe en el trato; hasta que acabó por expulsarlo de su lado.
                     Más tarde, cuando mi padre comprobó su deseo de venganza, repuso a Yaya como
               gobernador de  Almería.  Ahora iba a demostrar que quien una vez traiciona sólo
               excepcionalmente deja de traicionar.
                     Pero, por otra parte, para afirmar su posición,  Yaya se había casado  con su prima
               Merién Benegas, hermana de Abul Kasim y de Riduán, los más altos dignatarios del “Zagal”,
               y éste, a su vez, con una hermana de Yaya. Además era cortesano, galante y muy valiente.



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