Page 277 - El manuscrito Carmesi
P. 277

Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí

               puede tenerse en pie mil años, un jardín es más delicado y más efímero: necesita solicitud,
               constancia, miramientos.
                     En una palabra: como nosotros mismos, necesita de amor.


                     Mis horas, sin apresurarse en absoluto, resbalan de puntillas y equivalentes. ¿Tienen
               razón los relojes de sol de los romanos:
                     ’Todas hieren; la última, mata’?
                     Hoy no sé si el sol tiene razón: no lo hay. Hace días que llueve.
                     Separo los ojos del libro, y se anegan con las cortinas de la lluvia, mansas ahora, pero
               no ayer.
                     Ayer reinó  el viento con una indiscutida tiranía.  Incansable y acezante, recorría  el
               endeble jardín y el campo entero. Se erguía colérico, retumbaba, se revolvía como un toro
               invisible. Destrozó cuanto se opuso a su no sé si ciega voluntad: desgajó ramas, asoló los
               rosales que habían traído de  Granada, zarandeó los grandes árboles del monte.  Alzaba,
               sobre un constante bramido sordo, silbidos  hoscos y acelerados;  sobre un movimiento,
               alzaba otro dispar; llegaba al paroxismo en rachas súbitas, como si por irritación se hubiese
               propuesto destruir el mundo, y le irritara aún más no conseguirlo.
                     El viento fue ayer un rey desconcertado e insomne, que a todos nos traspasó su
               insomnio y  su desconcierto.  Con un mohín asustado,  Moraima  me rogó que le pemitiese
               pasar conmigo la noche. El viento gimió fuera, se retorció, se enredaba en sí mismo, trepó,
               se derrumbó, serpeó, erigió altas torres vanas, expolió los retoños, ignoró el olor de las jaras
               y de los romeros y, olvidado de todo, balanceó la tierra. Moraima se arrebujaba contra mí
               para no oírlo.

                     Hoy la lluvia, liberada del viento, cae con misericordia.
                     Leo a Ibn Hudail, el experto en paladines:

                     “Se derrama la crin por su ágil cuello como lluvia que cae sobre guijarros lisos.
                     Cuando otros purasangres, exhaustos, arrastran polvaredas sobre el pedriscal, él se
               impacienta fogoso todavía, bulle su furia, y el fragor de sus cascos es igual que el hervor de
               un caldero.
                     Raudo es como la peonza liada con un cordel que un niño descorre y suelta de su
               mano.
                     Cuando galopa, levanta las piedras, las parte con sus patas que marcan como hierros
               al rojo.
                     Montado solo en ellas, esbeltas y seguras, salta con ligereza, y es vigoroso en todo.”

                     Obsesionado por el clima, no sé si habla de la lluvia, del viento, o de un caballo.


                     En la última carta que Bejir el Gibis escribió a los reyes reclamando a mis hijos, les
               pedía que los enviaran a Andarax conmigo y con su madre. ‘Tener a los hijos —le recordaba
               a la reina—, no es sólo darles la vida, sino prepararlos para la suya con el calor y el roce.’
               Yo añadía una sugerencia nueva: que los manden pasar a África. Por una parte, quizá eso
               sea menos  dificultoso de obtener;  por otra, mi deseo  es  que mis hijos se eduquen con
               arreglo a la cultura y a la acepción de la vida a las que sus abuelos y su padre pertenecen.
               No estoy seguro, sin embargo, de lograrlo en África.
                     El Maleh me ha traído, desde Granada, la opinión de Zafra. En definitiva, ésta precede
               o se adhiere a la de los reyes: coincide, en todo caso. Parece que se duda si enviar a mis
               hijos a  África o no.  A favor de una decisión  positiva está que, una  vez allí ellos, yo me

                                                          277

                                        Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/
   272   273   274   275   276   277   278   279   280   281   282