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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO
Permítame presentar algunos ejemplos del tipo de predicación presentado por los hombres de
Dios en el Nuevo Testamento. (1) Juan el Bautista dijo: «¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó
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a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento…» (Mat. 3:7-8).
Juan también dijo a Herodes, concerniente a la esposa de su hermano: «No te es lícito tenerla»
(Mat. 14:4). (2) Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el
mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos
veces más que vosotros» (Mat. 23:15). (3) Esteban dijo: «Vosotros, que sois duros de cerviz e
incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros
padres, así también hacéis vosotros» (Hch. 7:51). (4) Pablo dijo: «Tú, hijo del diablo, que estás
lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos
rectos del Señor?» (Hch. 13:10).
Esto era predicación «directa». Esa predicación demuestra claramente la actitud que era
característica de los predicadores de la iglesia en los días apostólicos. Estos hombres no sabían
nada de la sicología moderna o de algún «método de abordaje». Pero amaban a Dios y al
hombre, y conocían la palabra y sabían cómo predicarla. Amaban las almas de los hombres, y
predicaban con un sentido de urgencia. Predicaban la verdad (el mensaje de Dios)—no «diluían»
el mensaje.
Un hermano «dio en el clavo» cuando discutía acerca de la predicación de nuestro tiempo. Él
decía: «El moderno método de abordaje, de mente abierta, es agradable, bien recibido y la
actitud de muchos de los que predican en nuestro tiempo es peor que inútil. No condenarán el
error, no convencerán a los pecadores, y no fortalecerán a la iglesia. ¿Puede usted imaginarse a
Pedro o a Pablo hablando de la siguiente manera: “Si no os arrepentís (de alguna manera) y sois
bautizados (de algún modo), para ser salvos (por decirlo así), estaréis—y me disculpáis por
deciros esto—en peligro de perdición (hasta cierto punto)”.
Cada argumento presentado por el Hijo de Dios fue correcto, y así también fue Su conducta y
actitud. Eso debería ser característico en cada predicador/maestro del evangelio. El fundamento
de nuestra se encuentra en las Escrituras, pero es igualmente cierto que nuestra defensa de la
fe se encuentra en nuestra actitud y conducta. La disposición de Cristo era amable para con
todos los hombres pero a la vez enérgica.
Reconozcamos, como predicadores y maestros, nuestra responsabilidad para con las almas
perdidas y, tomando a Cristo como ejemplo, «predique la palabra» sin temor y sin favorecer a
ningún hombre (2 Tim. 4:1-5). Es posible predicar la verdad—y nada más que la verdad—
pronunciando cada palabra en el amor de Dios y con amor para todos los hombres.
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