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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO
Jesús reconoció la fuerza de las declaraciones condicionales que le plantearon, pues en cada
caso el deseo despertado era intenso y el mal del acto propuesto astutamente disimulado. Sin
una pizca de «mente abierta» Cristo tajantemente polemizó con el triple asalto de Satanás—y
en cada caso lo derrotó con apelación directa a la palabra de Dios escrita. Jesús no «contó votos
a su favor» haciendo referencia a ciertos líderes religiosos que le apoyaban ni hizo referencia a
los eruditos compilando una lista de aquellos que concordaban con Su posición.
Jesús probó que la humildad NO excluye la convicción. Él no era tan «modesto» como para
disculparse o titubear cuando presentaba la verdad de la palabra de Dios. Cuando la enseñanza
bíblica es clara, la llamada «mente abierta» es una señal, no de madurez sino de inmadurez.
Aquellos que no se definen en cuanto a lo que creen y que son «llevados de aquí para allá por
cualquier viento de doctrina» (Ef. 4:14) so literalmente niños fluctuantes. Jesús no era
estudiante de la escuela del pensamiento «siempre-están-aprendiendo-y-nunca-llegan-al-
conocimiento-de-la-verdad» (2 Tim. 3:7).
Jesús probó que seguir a DIOS no requiere que siempre seamos positivos. ¡Imagínese a Cristo
justo antes de esta confrontación aconsejando que «hablemos de lo que creemos, pero no
contra aquello que los demás creen»! Claramente Jesús usó declaraciones que involucraban
tanto positivos como negativos (4:4, 7, 10) de manera que era capaz de exhortar con la sana
doctrina y convencer a los que se oponían (Tito 1:9). ¡Exhorte como Él lo hacía! ¡Convenza como
Él lo hacía!
Jesús probó que debatir en amor acerca de la verdad revelada es la manera correcta de tratar
con los desacuerdos. Jesús no ignoró ni disimuló ni minimizó sus diferencias con Satanás. El
Salvador hizo uso de la capacidad del hombre para razonar, reconociendo la función y el valor
de la facultad lógica implanta por el Creador en el hombre (Isa. 1:18; 1 Tes. 5:21). Probó
contundentemente a Satanás que había sido pesado intelectualmente y que había sido hallado
falto. Pablo, Pedro y Apolos siguieron a su Señor en esta poderosa metodología (Hch. 9:22; 1 Pe.
3:15; Hch. 18:28).
Jesús no se sintió satisfecho con la disposición de Satanás a (1) discutir temas religiosos, (2) de
leer las Escrituras, o (3) expresar «percepciones personales» acerca de la palabra de Dios. Jesús
estaba más interesado en el valor de la verdad que da vida y en la insensatez del error que
preocupado por si Satanás «se apartaba» de Él. No hay en lo absoluto indicación alguna de que
Cristo se haya disculpado alguna vez por hablar la verdad de Dios (Mat. 4:11; Mr. 10:22).
Esperamos haber hecho pedazos un sueño… un sueño que ha crecido a través de los siglos… el
sueño de un retrato de Jesús al que muchas manos han tocado. El retrato original está en los
evangelios, pero muchos han tratado de mejorar el original y por eso lo han falsificado. Al
intentar hacer más atractivo a Jesús, lo han pintado menos atractivo. Al intentar hacerlo más
relevante, han perdido de vista la relevancia de Su misión divina; hemos tenido suficiente del
Cristo raquítico, pálido, anémico, blandito, del Jesús ‘solo manso y humilde’. Veamos al Cristo
de los evangelios, quien pisa y levanta polvo palestino, quemado por el sol, valiente, decidido.
Limpie el lienzo. Busque el original, no al enclenque religioso de nuestra imaginación humana ni
al ‘emo’ afectado de nuestras bellas pinturas. Busque al Cristo que ordena a Su manera,
desafiante en Su adultez, convincente en Su misión—¡el revolucionario no-agnóstico Hijo de
Dios!
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