Page 164 - Tito - El martirio de los judíos
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Jerusalén ya sólo era un campo de ruinas, un inmenso matadero que
seguía ardiendo y donde se degollaba todavía a quienes no se quería
conservar, ni alimentar, ni dejar libres.
Fue ese día, estando aún el sol en su cenit, llameando y quemando como
si fuera pleno verano, cuando reconocí, acuclillada sobre la tierra de
Judea, entre los escombros del Santuario y todas esas mujeres trabadas,
a Leda ben Zacarías.
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