Page 65 - Tito - El martirio de los judíos
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Cerró los ojos, dijo que querían impedirle unir Roma con Oriente, ir más
                allá que Alejandro Magno, pero que era el protegido de los dioses y que
                todos aquellos que se opusieran a él perecerían.

                Yo estaba esperando a que pidiera a sus pretorianos germanos que me
                sacaran fuera y me degollaran.

                Me habían dicho que desde su llegada a Grecia, hacía ya más de un año,
                Nerón había ordenado matar a diario, o bien obligado a suicidarse, a
                ciudadanos de Roma.


                Agaché la cabeza, pero se puso de pronto a cantar.

                Lo miré.


                Parecía embargarlo una emoción sincera, y recitó con voz trémula:

                Madre, esposa, parientes, todo quiere que yo perezca.


                Y luego, en tono más liviano, ese verso cuya sonoridad me emocionaba:


                Reluce al moverse el cuello de la paloma de Citera.




                Debió de darse cuenta de que era sensible a su voz y a sus versos. Se
                acercó y me preguntó:

                —¿Conoces a algún artista más grande que yo?


                ¿Qué podía hacer?


                Me deshice en elogios. Evoqué su voz celeste, su inspiración divina. Dije
                que era a la vez Hércules y Apolo. Clamé:


                —¡Oh sagrada voz! ¡Dichoso quien puede oírte!

                Sonrió mientras sus libertos, sus maridos y sus esposas, sus jóvenes
                efebos lo aclamaban, retomando mis palabras, gritando:


                —¡Viva el olimpiónico! ¡Viva Nerón Hércules! ¡Viva Nerón Apolo!


                Alzó levemente la mano, moviendo la cabeza, murmurando que no se
                merecía tantos elogios, y de repente, sacando pecho y echándose hacia
                mí, me dijo que había ganado mil ochocientas ocho coronas desde su
                llegada a Grecia. Ahora se veía obligado a regresar a Italia, pero los
                ciudadanos de Roma al fin se enterarían del gran artista que era.









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