Page 69 - Tito - El martirio de los judíos
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Jamás se habían comparado con dioses, pero era preferible tener unos
                emperadores que sólo fueran simples mortales antes que un soberano
                grotesco y sanguinario con pretensiones de ser la encarnación de
                Hércules y de Apolo.


                ¡Y que no era sino un cobarde acuciado por el miedo y el pánico cuando
                se enteró de que Galba y sus tropas lo habían traicionado!

                Lo vi desmoronarse repentinamente, desmayarse, y deseé que muriera
                allí mismo.


                Pero recobró el sentido y se puso a gritar, desgarrándose la ropa,
                golpeándose la cabeza contra las paredes, lamentándose una y otra vez
                de que estaba perdido, de que su desgracia era mayor que la que había
                alcanzado a todos sus predecesores. ¡Apenas tenía treinta y un años y el
                poder supremo se le escapaba en vida, aún pletórico de juventud y
                cuando Grecia, la patria de los dioses, acababa de reconocer sus dotes,
                de coronarlo mayor artista del universo!


                Después pareció olvidar las revueltas y se puso a cantar, a declamar, a
                entusiasmarse por el funcionamiento de unos órganos hidráulicos de un
                modelo totalmente nuevo.


                Y pensé que los dioses en los que creía lo seguían favoreciendo, ya que
                las legiones de Germania superior, mandadas por el legado Virginio
                Rufo, habían aplastado en Vesontio a los veinte mil milicianos de Vindex.
                Y que éste se había suicidado tras la derrota.


                Virginio Rufo regresaba ahora a su provincia de Germania superior,
                negándose a unirse a las tropas amotinadas de Galba.


                Me sentía abatido. Por la expresión de los senadores y de los caballeros
                que me rodeaban, adiviné que compartían mis sentimientos. También
                ellos habían esperado que Nerón fuera por fin expulsado del poder y
                castigado.


                Pero el miedo los tenía achantados. Agachaban la cabeza y seguían,
                como yo, aclamando al emperador por temor a que llevara a cabo los
                proyectos que le atribuían.


                Se rumoreaba que quería enviar asesinos a matar a todos los
                gobernadores de provincias para sustituirlos por hombres fieles.

                Estaba preparando un gran banquete al que invitaría a todos los
                senadores y los obligaría a ingerir viandas y bebidas envenenadas.


                Ordenaría masacrar a todos los galos de Roma, a todos los ciudadanos
                exiliados.







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