Page 115 - Resiliente
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en eso, Máximo lanzo un puñetazo y se liberó del zombi y ambos
caímos de espaldas en la grama crecida, Cleo comenzó a dar ala-
ridos y Máximo dijo algo con una ira horrible, ella hizo silen-
cio, otro zombi se estaba montando por el otro lado de la reja
y recuerdo que corrí hacia él, tenía medio cuerpo metiéndose
al patio y el perro abajo pegaba brincos y lanzaba unos ladri-
dos estridentes y bastantes molestos para el momento.
Cuando llegue el infectado pego sus ojos asquerosos en mí
y lanzo un gemido, eso pareció excitar a los demás porque según
Máximo en esos momentos intentaron hacer el esfuerzo de subirse
con más vehemencia. Yo corrí hacia el infectado, di un brinco
y le pegue con el martillo en un lado.
—¡MARIO TRAE GASOLINA! —grito Máximo.
Yo con las orejas tapadas y le pegaba una y otra vez al zombi
en la cabeza moliéndole el cráneo, ni me di cuenta cuando Cleo
salió con una garrafa llena de combustible y se la dio a
Máximo, este la vertió hacia abajo sobre los zombis y luego
saco el yesquero, lo encendió, y con una sonrisa malévola soltó
la llamita sobre los pobres bastardos.
Yo me incorpore, y recuerdo los horribles alaridos que daban
los desgraciados mientras se achicharraban, eran horribles,
yo me imagine que esos putos no iban a gritar si se quemaban,
pero resulta que lanzaban unos alaridos dignos de pesadilla.
Pero no morían, cuando me asome los vi sacudiéndose como locos,
como si intentaran apagarse el fuego.
Pero reanudaban los esfuerzos incluso con más vehemencia.
—Mierda que horrible no se mueren —dijo Máximo perdiendo
todo el color de la cara —¡MIERDA!
Mire con un horror que no puedo describir como esos zombis
envueltos en llamas lanzaban unos espantosos alaridos e
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