Page 112 - Resiliente
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Tenía una mirada distante, miraba al perro como con odio, no

                                    puedo negar que los ladridos del perro atraian los zombis, pero
                                    no podriamos matarlo asi por que si, es nuestra mascota, pese

                                    a todo tambien nos sirve como una especie de alarma.



                                            —Este maldito animal nos va a joder a todos ¿no pensaste
                                    en eso cuando metiste su cola aquí?

                                            —Si no fuese por el no sabríamos de ellos —dije mirándole
                                    —Máximo tenemos que resolver eso, esos gritos, esos golpes...

                                    mierda... van a traer a más, y si tenemos una horda aquí per-
                                    deremos toda la ventaja.

                                            —¿Solo perderemos? —dijo resoplando como un caballo
                                    —la puta madre Mario, si no los matamos se nos van a meter

                                    y ese será el final de todos nosotros.
                                            —Ok, que sugieres.

                                            —Peleamos a la antigua —dijo el mirándome —nada de tiros,
                                    usamos palos, picos, cuchillos... pero tenemos que sacarlos

                                    de aquí a como de lugar.
                                            —Sin embargo ¿te diste cuenta de cuantos son? —dije mien-

                                    tras asentia con la cabeza.
                                            —No me puse a contar —me dijo —pero igual, o lo hacemos

                                    o lo hacemos...
                                            —Sí.



                                    Luego de eso entramos a la casa y luego con las cosas que

                                    traíamos nos fuimos hacia unos almacenes que tenía mi fami-
                                    lia al lado de la casa de la mitad, abrimos y encontramos unas

                                    buenas herramientas allí, Máximo agarro una pala que estaba
                                    colgada en la pared y yo un martillo, ligero, pero potente.



                                            —Vale, eso servirá —dijo —la cuestión es que tenemos que

                                    separarlos, tengo una idea, yo voy por el otro lado, salgo
                                    a la calle y entro por el portón de acceso a esa calle, les

                                    grito, y tú saltas la muralla y caes detrás, eso los abrirá.
                                            —Ok ¿y si vienen más?

                                            —Pues... corremos.
                                            —Sensato. —dije confirmando el plan.




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