Page 240 - Resiliente
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     El hacha corta, la barreta, el bastón hibrido, la pala cuyo
                                    pico ya estaba doblado, el bate ya astillado, una docena
                                    de cuchillos de cocina, un machete, un martillo y tres tubos
                                    de acero, no consideramos poner las armas de fuego, la pistola
                                    nueve milímetros de costumbre se la di a Mauro, el revólver a
                                    Máximo, y yo me quede con la misma pistola de siempre, las dos
                                    escopetas carentes de balas a estas alturas ya no nos servían
                                    de nada por lo que las deje en el closet, Carlos tomo la pala
                                    entre sus manos, que a pesar de su pesado tamaño parecía ser
                                    realmente maniobrable y pequeña en sus enormes brazos, Cesar
                                    tomo la barreta, Mauro siempre opta por su bastón y algunos
                                    cuchillos, yo tome el hacha y Máximo el machete, Sandra tomo
                                    su bate como siempre, Camila, Cleo y Laura tomaron los tubos y
                                    unos cuchillos, al ver el martillo solitario me lleve a su vez
                                    el martillo colocándolo en mi cinturón, Ana prefirió quedarse en
                                    la casa con los muchachos y estar pendiente de ellos.
                                            —Las reglas son simples, —dije yo mirandolos a todos.
                                    —y no es por dudar de su habilidad, pero hay que tener medidas
                                    para proteger este lugar.
                                            —Eviten hablar, —dijo Mauro. —nada de ruido, mientras
                                    menos, eso será mejor, si tienen que hacerlo, susurren.
                                            —Nada de entrar a algún lugar, ni peinar una zona, solos,
                                    si los rodean y no estamos cerca para ayudar, están fritos,
                                    morirán en fracción de segundos. —adjunte yo.
                                            —Si encuentran un arma, —dijo Máximo mirándolos frívola-
                                    mente. —la entregan cuando lleguen aquí, si es de fuego, nada
                                    de dispararla... si nos enteramos de que tienen armas escondi-
                                    das, están fuera del refugio.
                                    Mauro y yo miramos a Máximo por unos instantes, pero luego
                                    aceptamos que ese era un buen punto, mejor establecer las
                                    normas antes de que algún idiota se le ocurriera romperlas,
                                    ellos asintieron comprendiendo bien la situación, nos giramos,
                                    nos despedimos de nuestras parejas y comenzamos a caminar hacia
                                    el portón superior de San Andrés, mire de reojo a Sandra que
                                    avanzaba con nosotros.
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