Page 244 - Resiliente
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Asqueados salimos de allí, sin ni siquiera pensar en entrar

                                    a ese lugar, lentamente subimos las escaleras buscando al ase-
                                    sino de aquel pobre desgraciado, Mauro iba primero y giraba con

                                    eficacia observando sus esquinas sin dejar nada que revisar,
                                    cuando llegamos a la sala del piso superior, los pasos se detu-

                                    vieron, nosotros también nos quedamos quietos, cuando reanuda-
                                    ron los pasos, que parecían ser cíclicos, comenzamos a caminar

                                    también, el ruido venia de la habitación principal, cuando lle-
                                    gamos allí Mauro puso la mano lentamente sobre el pomo, y des-

                                    cubrió que estaba cerrada.



                                    Me gire lentamente y mire un delgado rastro de sangre, y luego
                                    un objeto brillante, era una llave, la habían cerrado desde

                                    afuera, el rastro de sangre seguía hasta otra de las habitacio-
                                    nes, tome la llave y avance hacia allí levantando el arma,

                                    lentamente abrí la puerta y con horror me tape la nariz al ver
                                    al cuerpo de una adolescente colgada de una cuerda por el

                                    cuello,  se había suicidado.



                                    Sin embargo eso había sido hace semanas atrás puesto que el
                                    estado de descomposición era realmente terrible, el cuarto era

                                    rosado, lleno de osos de peluche y juguetes, aterrorizado por
                                    la visión (que hasta ahora no voy a poder superar) cerré

                                    la puerta, en un intento de alejarme de esa vision.



                                    Habíamos descubierto a la carcelera del infectado y mi cabe-
                                    za se puso a formar la terrible historia que había sucedido en

                                    aquella casa, vi a Mauro retroceder en pro de patear la puerta
                                    pero lo detuve y le entregue la llave, el asintió y la metió en

                                    la cerradura, una vez abierta entramos en la habitación princi-
                                    pal, pero no vimos primeramente al asesino de aquella familia.



                                    Los dos pasamos hasta la cama y la vimos ensangrentada y en el

                                    fondo del baño un charco de sangre gigantesco donde se repar-
                                    tían manos, pies (verdaderamente pequeños) y un juguete, allí

                                    habían asesinado a una niña. Mauro se asqueo, y entonces com-
                                    prendimos nuestro error.




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