Page 59 - Resiliente
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Luego se giró cuando la puerta quedo atorada en el marco

                   y comenzó a correr hacia la sala.



                          —Me disparaste —me dijo cuándo paso a un lado —me las voy
                   a cobrar perra...



                   Con la culata de la pistola rompió la ventana de la sala

                   y comencé a percibir el hedor a gas.



                          —¿Qué mierda hiciste?
                          —¡Brinca!

                          —¡Son cuatro metros!
                          —¡Que brinques te estoy diciendo! -grito Máximo.



                   Agarre la escopeta y me la colgué en la espalda y coloque las

                   dos piernas sobre la ventana, luego me deje caer hacia la grama
                   y sentí el dolor en mis rodillas, era alto, si se caía mal

                   se podía romper los tobillos, en eso vi a Máximo asomado con
                   un papel y saco su yesquero zippo, comenzó a darle rosca hasta

                   que finalmente el yesquero se prendió y encendió el papel que
                   enrollo en un punado, escuche como la puerta se abría de golpe.



                          ‑¡Brinca perra loca! ‑le grite ‑¡BRINCA COÑO!



                   Máximo me sonrió con una malicia espantosa y lanzo el papel

                   encendido en fuego y se lanzó de boca, esperando a que lo
                   agarrara en la caída, entonces vi un fogonazo azul y un peda-

                   zo de carne irreconocible salir volando por la ventana, Máximo
                   cayó sobre mí lanzando una carcajada de satisfacción casi

                   demoniaca y se giró, ahora las llamas se habían tornado amari-
                   llas y el apartamento se estaba quemando entero, dentro se

                   escuchaban los alaridos de los Revividos.



                          —¡Quémense malditos putos mal olientes! —grito Máximo
                   parándose y haciendo el gesto de los dos dedos corazón apuntando

                   hacia la ventana por donde habíamos brincado.
                          —Estás loco —le dije malhumorado.




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