Page 28 - Aldous Huxley
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Interventores Mundiales! Uno de los Diez... y se sentó en el banco, con el D.I.C., e iba a
quedarse, a quedarse, sí, y hasta a dirigirlos la palabra... ¡Directamente de labios del
propio Ford!
Dos chiquillos morenos emergieron de unos matorrales cercanos, les miraron un
momento con ojos muy abiertos y llenos de asombro, y luego volvieron a sus juegos
entre las hojas.
-Todos ustedes recuerdan -dijo el Interventor; con su voz fuerte y grave-, todos ustedes
recuerdan, supongo, aquella hermosa e inspirada frase de Nuestro Ford: La Historia es
una patraña -repitió lentamente-, una patraña.
Hizo un ademán con la mano, y fue como si con un visible plumero hubiese quitado un
poco el polvo; y el polvo era Harappa, era Ur de Caldea; y algunas telarañas, y las
telarañas eran Tebas y Babilonia, y Cnosos y Micenas. Otro movimiento de plumero y
desaparecieron Ulises, Job, Júpiter, Gautana y Jesús. Otro plumerazo, y fueron
aniquiladas aquellas viejas motas de suciedad que se llamaron Atenas, Roma, Jerusalén
y el Celeste Imperio. Otro, y el lugar donde había estado Italia quedó desierto. Otro, y
desaparecieron las catedrales. Otro, otro, y afuera con el Rey Lear y los Pensamientos
de Pascal. Otro, ¡y basta de Pasión! Otro, ¡y basta de Réquiem! Otro, ¡y basta de
Sinfonía! ; otro plumerazo y...
-¿Irás al sensorama esta noche, Henry? -preguntó el Predestinador Ayudante-. Me han
dicho que el fílm del Alhambra es estupendo. Hay una escena de amor sobre una
alfombra de piel de oso; dicen que es algo maravilloso. Aparecen reproducidos todos
los pelos del oso. Unos efectos táctiles asombrosos.
-Por esto no se les enseña Historia -decía el Interventor-. Pero ahora ha llegado el
momento...
El D.I.C. le miró con inquietud. Corrían extraños rumores acerca de viejos libros
prohibidos ocultos en una arca de seguridad en el despacho del Interventor. Biblias,
poesías... ¡Ford sabía tantas cosas!
Mustafá Mond captó su mirada ansiosa, y las comisuras de sus rojos labios se
fruncieron irónicamente.
-Tranquilícese, director -dijo en leve tono de burla-. No voy a corromperlos.
El D.I.C. quedó abrumado de confusión.
Los que se sienten despreciados procuran aparecer despectivos. La sonrisa que apareció
en el rostro de Bernard Marx era ciertamente despreciativa. ¡Todos los pelos del oso!
¡Vaya!
-Haré todo lo posible por ir -dijo Henry Foster.
Mustafá Mond se inclinó hacia delante y agitó el dedo índice hacia ellos.