Page 33 - Aldous Huxley
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                  -Esta tarde me ha dado una palmadita en el trasero.

                  -¿Lo ves? -Fanny se mostraba triunfal-. Esto te demuestra qué es lo que importa por
                  encima de todo. El convencionalismo más estricto.


                  -Estabilidad -dijo el Interventor-, estabilidad. No cabe civilización alguna sin estabilidad
                  social. Y no hay estabilidad social sin estabilidad individual.


                  Su voz sonaba como una trompeta. Escuchándole, los estudiantes  se  sentían  más
                  grandes, más ardientes.


                  La  máquina  gira,  gira, y debe seguir girando, siempre. Si se para, es la muerte. Un
                  millar de millones se arrastraban por la corteza terrestre. Las ruedas empezaron a girar.
                  En ciento cincuenta años llegaron a los dos mil millones. Párense todas las ruedas. Al
                  cabo de ciento cincuenta semanas de nuevo hay sólo mil  millones; miles  y  miles  de
                  hombres y mujeres han perecido de hambre.

                  Las ruedas deben girar continuamente, pero no al azar. Debe haber hombres que las
                  vigilen, hombres tan seguros como las mismas ruedas en sus ejes, hombres  cuerdos,
                  obedientes, estables en su contentamiento.

                  Si gritan: Hijo mío, madre mía, mi único amor; si murmuran: Mi pecado, mi terrible
                  Dios; si chillan de  dolor, deliran de fiebre, sufren a causa de la vejez y la pobreza...
                  ¿cómo pueden cuidar de las ruedas? Y si no pueden cuidar de las ruedas... Sería muy
                  difícil enterrar o quemar los cadáveres de millares y millares y millares de hombres y
                  mujeres.


                  -Y  al fin y al cabo -el tono de voz de Fanny era un arrullo-, no veo que haya nada
                  doloroso o desagradable en el hecho de tener a uno o dos hombres además de Henry.
                  Teniendo en cuenta todo esto, deberías ser un poco más promiscua ...

                  -Estabilidad -insistió el Interventor-, estabilidad. La necesidad  primaria  y  última.
                  Estabilidad. De ahí todo esto.


                  Con un movimiento de la mano señaló los jardines, el enorme edificio del Centro de
                  Condicionamiento, los niños desnudos semiocultos en la espesura o corriendo por los
                  prados.


                  Lenina movió negativamente la cabeza.

                  -No sé por qué -musitó- últimamente no me  he  sentido  muy  bien  dispuesta  a  la
                  promiscuidad. Hay momentos en que una no debe. ¿Nunca lo has sentido así, Fanny?

                  Fanny asintió con simpatía y comprensión.


                  -Pero es preciso hacer un esfuerzo -dijo sentenciosamente-, es preciso tomar parte en el
                  juego. Al fin y al cabo, todo el mundo pertenece a todo el mundo.
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