Page 41 - Aldous Huxley
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                  -¡Fuera, chiquilla! -gritó el D.I.C., enojado-. ¡Fuera, peque! ¿No veis que el Interventor
                  está atareado? ¡Id a hacer vuestros juegos eróticos a otra parte!

                  -¡Pobres chiquillos! -dijo el Interventor.


                  Lenta, majestuosamente, con un débil zumbido de maquinaria, los  trenes  seguían
                  avanzando,  a  razón de trescientos treinta y tres milímetros por hora. En la rojiza
                  oscuridad centelleaban innumerables rubíes.
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