Page 42 - Aldous Huxley
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CAPITULO IV
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El ascensor estaba lleno de hombres procedentes de los Vestuarios Alfa, y la entrada de
Lenina provocó muchas sonrisas y cabezadas amistosas. Lenina era una chica muy
popular, y, en una u otra ocasión, había pasado alguna noche con casi todos ellos.
Buenos muchachos -pensaba Lenina Crowne, al tiempo que correspondía a sus saludos-.
¡Encantadores! Sin embargo, hubiese preferido que George Edzel no tuviera las orejas
tan grandes. Quizá le habían administrado una gota de más de paratiroides en el metro
328. Y mirando a Benito Hoover no podía menos de recordar que era demasiado peludo
cuando se quitó la ropa.
Al volverse, con los ojos un tanto entristecidos por el recuerdo de la rizada negrura de
Benito, vio en un rincón el cuerpecillo canijo y el rostro melancólico de Bernard Marx.
-¡Bernard! -exclamó, acercándose a él-. Te buscaba.
Su voz sonó muy clara por encima del zumbido del ascensor. Los demás se volvieron
con curiosidad.
-Quería hablarte de nuestro plan de Nuevo Méjico.
Por el rabillo del ojo vio que Benito Hoover se quedaba boquiabierto de asombro. ¡No
me sorprendería que esperara que le pidiera por ir con él otra vez! , se dijo Lenina.
Luego, en vez alta, y con más valor todavía, prosiguió:
-Me encantaría ir contigo toda una semana, en julio. -En todo caso, estaba demostrando
públicamente su infidelidad para con Henry. Fanny debería aprobárselo, aunque se
tratara de Bernard-. Es decir, si todavía sigues deseándome -acabó Lenina, dirigiéndole
la más deliciosamente significativa de sus sonrisas.
Bernard se sonrojó intensamente. ¿Por qué?, se preguntó Lenina, asombrada pero al
mismo tiempo conmovida por aquel tributo a su poder.
-¿No sería mejor hablar de ello en cualquier otro sitio? -tartajeo Bernard, mostrándose
terriblemente turbado.
Como si le hubiese dicho alguna inconveniencia -pensó Lenina-. No se mostraría más
confundido si le hubiese dirigido una broma sucia, si le hubiese preguntado quién es su
madre, o algo por el estilo.
-Me refiero a que..., con toda esta gente por aquí...
La carcajada de Lenina fue franca y totalmente ingenua.