Page 13 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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INTRODUCCIÓN 13
ron su vida son poca cosa ai lado de aquel entusiasmo, de aquel instinto
creativo, tan violentos e impetuosos que, de buena fe, y tal vez sin las in
teresadas exhortaciones de los sacerdotes de Siwa, Delíos y Gordion, él
pudo tener por divinos.
La visión del Imperio universal
Desde ei principio de su reinado, Alejandro actuó con presteza y
energía. Liquidó a los pretendientes y llevó ia guerra a los Balcanes. Gre
cia se inquietaba y Demóstenes se burlaba del «jovencito» que reinaba
en Pella. Una fulminante campaña acabó con todas las esperanzas que
había despertado la muerte de Filipo y, para mostrar su implacable re
solución, Alejandro arrasó la resistente Tebas, dejando únicamente en
piejos templos y la casa de Píndaro; sin embargo, al igual que su padre,
fue generoso con Atenas, Seguidamente, habiendo movilizado ai ejérci
to macedonio y a los contingentes de la Liga helénica, partió hacia Asia
cuando todavía no se habían cumplido dos años de su ascensión al tro
no (fig- 10, págs. 224-225).
A nuestro parecer, no se ha insistido lo suficiente en este acto inicial
de la partida hacia Asia, del que iba a depender todo lo demás. Posterior
mente, las cosas se encadenaron con una lógica muy simple: la facilidad
de los primeros éxitos, el derrumbamiento de la monarquía persa —tan
manifiestamente corrompida como venían proclamándolo los panfletistas
desde hacía medio siglo—, la necesidad de consolidar lo conquistado y las
excitantes tentaciones de un Oriente cada vez más lejano explican el de
sarrollo sistemático de una conquista desmesurada. Pero si el «plano in
clinado de la victoria», mencionado en relación con otro genio conquis
tador, explica tan bien la larga marcha triunfal que convirtió a Alejandro
en el dueño del mundo, en ei rival de Dionisos, en el fundador del mayor
Imperio que jamás conoció el mundo, ¿por qué puso entonces los pies en
suelo asiático?
Los historiadores han avanzado diversas interpretaciones de la par
tida de Alejandro. Unos le ven ansioso por arrebatarles los griegos de
Anatolia a los bárbaros y vengar los daños sufridos durante las guerras
Médicas; otros, deseoso de propagar la civilización helénica por Orien
te; algunos —más realistas— creen que su meta era proseguir la obra de
su padre: no abandonar ei ejército de 10.000 hombres que Filipo había
enviado a Asia a las órdenes de Parmenio y que estaba a punto de reti