Page 17 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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INTRODUCCIÓN 17
En cuanto a la administración regional, mostró idéntica flexibilidad.
La unidad continuó siendo la satrapía, excepto en los confines orientales,
donde creó grandes dominios militares. Originariamente, los sátrapas
eran orientales, a excepción de los de Asia Menor y Siria, pero Alejandro
los reemplazó rápidamente por macedonios o griegos; sólo ejercían el po
der civil, ya que la autoridad militar estaba confiada a un estratega, que
dependía únicamente del rey, Las tareas intermedias y subalternas se de
jaron en manos de los oriundos, los únicos que dominaban las lenguas y
las costumbres. De esta manera, tuvo la prudencia de .no querer unificar
un imperio polimorfo y de conservar, en cada región, la administración
propia.
Esta política de colaboración se completaba con una política mucho
más ambiciosa y de concepción radicalmente nueva. Alejandro no adop
tó el ideal panhelénico: no quería humillar y someter a los bárbaros, sino
unirlos a los griegos en un conjunto armonioso, donde cada cual tendría
su parte. ¿Qué mejor manera de lograr esa combinación que multipli
cando los matrimonios mixtos? El rey predicó con el ejemplo; desposó a
Roxana, hija de un noble de Sogdiana, y luego a tres princesas persas. En
un solo día, de regreso de la India, la mayor parte de sus generales y
10,000 soldados se unieron a mujeres nativas en una espléndida ceremo
nia (bodas de Susa). Al mismo tiempo, mandó educar bajo los preceptos
griegos a 30.000 niños iraníes.
Pero, al parecer, Alejandro percibió el peligro de degeneración que
ocultaba semejante política. A pesar de lucir iaparafernalía de los Gran
des Reyes, el discípulo de Aristóteles se mantenía fiel al helenismo. La
mejor manera de asegurar 1a helenización de Oriente era, según el, fun
dar nuevas ciudades que, de un extremo a otro del Imperio, se enorgu
llecieran con su nombre: aquellas Alejandrías, treinta y cuatro a lo sumo,
respondían ai mismo tiempo a necesidades militares, administrativas y
económicas. Dotadas en apariencia de instituciones copiadas de la polis
griega, de hecho estaban sometidas a la autoridad del gobernador. A lo
largo del tiempo su influjo fue considerable, aunque no todas alcanzaron
el renombre de la Alejandría de Egipto, que había de convertirse en una
de las ciudades más bellas del mundo.
Aunque urbanización y helenización habían ido siempre de consu
no, Alejandro conocía otros modos de propagar la incomparable cultu
ra de los griegos; así, hizo aprender el griego ai mayor número de perso
nas de su entorno, llamó a artistas griegos, tales como Lisipo o Apeles,
para celebrar su gloria, e instituyó de buen grado, ante los bárbaros,