Page 18 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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18 EL MUNDO H E LE N IS T IC O
concursos musicales o de gimnasia a la manera griega. A pesar de que no
dejó de honrar a las divinidades helenas, era bastante liberal y generoso a
ia hora de admitir las distintas creencias. Volvió de la India con un viejo
brahmán, Calano, a quien autorizó a quitarse la vida en la hoguera. Tole
ró las costumbres religiosas de cada región —por otra parte fiel, en ello,
a la tradición aqueménida-—y realizó grandes dispendios en la restaura
ción del templo de Marduk, en Babilonia, o en eí de Aroon, en Karnak.
Por lo demás, este príncipe* del que se alaba con todo merecimiento
el apasionado interés que sentía por las cuestiones espirituales, era de-
masiado realista para no darse cuenta de que los intercambios eran la ga
rantía más segura de la progresiva uniEcacíón del Imperio. Los inter
cambios de especies animales o vegetales entre regiones alejadas fueron
la anticipación de las selecciones de la época helenística. Los intercam
bios humanos se produjeron gracias, sobre todo, a los caminos, canales,
puertos, dársenas y barcos que construyó o reconstru}4. Y, aún, la genial
intuición de imponer una moneda única al Imperio: lasjxionedas mace-
donias, de patrón ático, reemplazaron en Asía ai dáriGo. de tnayor peso.
l^a institución dei culto real
En Grecia, la trascendencia de los dioses era limitada; los héroes, es-
pecialmente los fundadores de dudacfes, recibían im culto; además, la
realeza, allí donde subsistía, conservaba parte de la sacralidad de sus orí
genes. Por otro lado, Oriente ofrecía el ejemplo de las monarquías teo
cráticas milenarias, en las que el rey era considerado como un dios en sí
mismo (Egipto) o como el mensajero del dios (Mesopotamia), Fue en es
ta atmósfera compleja donde Alejandro instauró el culto real
Las primeras pruebas para reforzar el poder de un hombre mediante
la inmensa fuerza de lo sobrenatural se realizaron en tiempos anteriores
a Alejandro. Clearco había instaurado en Heraclea Fondea una tiranía
grecobárbara. Se proclamé hijo de Zeus y, rodeado de im ceremonial li
túrgico, exigió de sus súbditos la pwskynesis (genuflexión). Filípo 11 fue
más allá: en una procesión, hizo llevar su estatua detrás dé los doce dio
ses; encargó a Leocares un grupo crisoelefantino que le representara con
ios suyos para recibir adoración en el tolos de Olimpia, auténtico monu
mento del cuito heroico.
Pero el pleno desarrollo del culto real estaba reservado a Alejandro.
De espíritu lógicamente místico, imbuido por su misión divina, el orácu