Page 15 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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INTRODUCCIÓN
En la primavera de 331 abandonó Egipto para acudir ai encuentro
decisivo con ei Gran Rey. Darío lo esperaba cerca de Arbelas, en Gau
gamela, en un terreno que favorecía sus carros de guerra; por otra parte,
Arbelas contaba con superioridad; nqniérica, pero, a pesar de ello, fue
derrotado de nuevo» Una tras otra las capitales fueron cayendo: Babilo
nia, donde Alejandro ofreció el sacrificio real a Marduk para ser reco
nocido como «rey de las cuatro paites del mundo»; Susa, donde recu
peró el grupo de ios Tiranicidas, robado por Jerjes, para devolverlo a los
atenienses; PersépoÜs, entregada at saqueo de sus soldados; y Ecbatana,
que fue incendiada, Dueño y señor de Irán, continuó persiguiendo a Da
río, que finalmente fue ejecutado por Besso, sátrapa de Bactriana. Ale
jandro celebró unos solemnes funerales en su honor con ia intención de
proclamarse heredero de los aqueménidas.
En aquel momento, no estaba dispuesto a detener su marcha triun
fal sin antes haber conquistado las satrapías orientales, antaño bajo la
autoridad del Gran Bey. Con extraordinaria flexibilidad, Alejandro se
adaptó a las nuevas condiciones en países desconocidos, donde k resis
tencia a lo extranjero era muy enérgica, y no todo se resolvía en batallas
convencionales, Hircania. Partía, Aria y Aracosia cayeron sucesivamen
te en sus manos. El Hindukush no logró detenerlo; entró en Bactriana y
Sogdiana, y el río Yaxartes fijó la frontera de su Imperio. Tras estas difí
ciles conquistas, pasó el invierno en Bactra, donde condenó a muerte a
Bess o como castigo por su regicidio.
Pero un nuevo sueño había hecho presa en él. Si a Dionisos no se le
había resistido la India, ¿por qué iba a resistírsele a él? Por consiguiente,
se alió con ei rajá de Taxila, deseoso de someter a Poros, su viejo enemi
go, que fue derrotado a orillas del Hídaspo (actual Jhelum); en un santia
mén, Alejandro se plantó en Hífasis (actual Bias), donde los soldados,
hartos de una empresa tan descomunal, se negaron a continuar la expe
dición. Antes de regresar, Alejandro hizo levantar doce altares para los
dioses del Olimpo, que rodeaban una columna de bronce con la inscrip
ción: «Hasta aquí llegó Alejandro».
Descendiendo el Elidaspo y el Indo, dividió a sus tropas en tres fac
ciones. Crátero partió hacia Aracosia; Alejandro se reservó el trayecto más
difícil, a través del terrible desterto de Gedrosia, y Nearco regresó por
mar costeando el litoral, para volver a encontrarse en Carmania, desde
donde Alejandro alcanzó las viejas capitales: Susa, Ecbatana y Babilonia.