Page 221 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
P. 221
MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS POLÍTICAS 221
te historia sólo fue posible gracias a los dinámicos y hábiles condotieros,
cuyos resueltos o astutos perfiles aparecen en las monedas, y alguno de
los cuales osó llevar sus armas mucho más lejos que Alejandro, hasta el
mismo valle del Ganges. Con sus títulos de reyes, como los monarcas se-
léucidas o lágidas, y con los mismos epítetos que ellos, a veces incluso
antes que ellos (Antímaco Teos, Platón Epifanio), parecería que admi
nistraron sus Estados a la griega, con la ayuda de estrategas que gober
naban las satrapías y que tenían bajo su mando a los meridarcas (co
mandantes de facciones). La política de urbanización parece haber
proseguido, y se conoce por lo menos la existencia de una Demetria de
Aracosia, fundada por un Demetrio, y de una Dionisópolis en Gandhara.
Es imposible hacerse una idea del número de griegos establecidos en
aquellas lejanas tierras. Algunos podían ser familiares de segunda gene
ración de helenos instalados mucho tiempo atrás, pero la mayoría de
bían de ser descendientes de los colonos que Alejandro o los primeros
seléucidas llevaron allí. El número de indígenas en la administración y
en el comercio parece que fue considerable, y algunos podrían haber re
cibido el derecho de ciudadanía en las poleis griegas: las inscripciones
dedicatorias realizadas en unas cuevas, cerca de Bombay, conservan los
nombres de indios que se proclamaban yavanas, es decir, griegos.
La desproporción numérica y la atracción de ancestrales y brillantes
civilizaciones explicarían que, en mayor medida que en otras partes, los
griegos experimentasen la influencia indígena. Los mestizajes debieron
de ser numerosos: un príncipe bactriano como Antímaco Teos tenía un
típico rostro eurasiático. En los reinos grecoindios, la transmisión de los
cultos locales fue intensa. La simpatía de los reyes griegos por el budis
mo, que en aquella época estaba muy extendido, era evidente más allá
del atractivo de una doctrina tan humana, de compasión universal, y era
lógico que los extranjeros se fijasen más en aquella religión, accesible a
todos, más que en el brahmanismo tradicional, cuyo sistema de «colo
res» (castas) era, por su esencia, poco permeable a los no arios; el ejem
plo de reyes como Menandro se siguió durante mucho tiempo. Casi una
decena de inscripciones en pracrito, redactadas en los alfabetos autóc
tonos (por otra parte, llama la atención que, en toda aquella zona, no se
hayan encontrado textos griegos), son dedicatorias budistas hechas por
los griegos —uno de ellos fue un meridarca, Teodoro, que ofrecía un co
frecillo de reliquias— , copias manifiestas de fórmulas rituales indias.
Pero también el brahmanismo tradicional ejerció alguna atracción;
incluso algunos textos indios parecen admitir la correspondencia del