Page 59 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LOS  ESTADOS  HELENÍSTICOS           59


          1. Rentas de la tierra (véanse las págs. 81*82).
          2. Rentas de minas y canteras, sobre las que el rey ejercía sus dere­
            chos de regalía.
          3. Rentas extraídas de los transportes; el rey poseía una  pequeña
            flota en el Nilo y, además, cobraba impuestos sobre las tripula­
            ciones de particulares.
          4. Licencias de pequeños comerciantes e importadores.
          5. Ingresos de aduanas (aranceles de entre el 25 y ei 50 %, destina­
            dos a proteger los ingresos de monopolios y concesiones).
          6. Rentas de los bancos reales (véanse las págs. 77-78).
          7. Derechos de registro, cambio y sucesión.
          8. Impuesto sobre bienes raíces, que no afectaba a la propiedad, si­
            no al uso de las fincas.
          9. Impuesto sobre las personas (capitación basada en un censo que
            se realizaba cada catorce años, instituido quizás en el 220),
         10. Rentas de los bienes sagrados (en el siglo III).
         11. Tasas sobre clerucos y sacerdotes.
         Í2. Tasa sobre la venta de esclavos.
         13. Multas.
         14. Ingresos del Imperio (en el siglo III):  regalos, contribuciones...
         15. Ingresos extraordinarios; botín por guerras victoriosas, impues­
            tos suplementarios instituidos en caso de crisis.


        Es sorprendente ei número y variedad de las exacciones: el gran pro­
     blema de los lágidas era acumular la mayor cantidad de riquezas posible,
     valiéndose tanto de las tradiciones egipcias como de las griegas. Era un
     sistema eficaz, pero nada coherente, ya que pueden observarse estratos
     cronológicos superpuestos: «Es la fiscalidad de Francia a finales del An­
     tiguo Régimen» (Ci. Fréaux).
        Por lo demás, los gastos que debían soportar los lágidas no eran me­
     nos cuantiosos:  el mantenimiento del ejército y de la flota  (véanse las
     págs. 60 y sigs.), los sueldos de los f uncionarios, los gastos de culto (que
     aumentaban a medida que envejecía la dinastía, consecuencia directa del
     culto real), las obras públicas tanto en el campo como en Alejandría, ei
     suntuoso tren de vida real y el mecenazgo.
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