Page 94 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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     fue la temible epibolé, que apareció en el 164 y mantuvo sus perniciosos
     efectos hasta el período romano. Desde finales del siglo II, se estableció
     la responsabilidad colectiva del pueblo: la comunidad de arrendatarios
     de dominios reales de una aldea era responsable del conjunto de obliga­
     ciones. Se exigía al campesino el juramento de «mantenerse a la vista de
     los funcionarios reales»,29 pues estaba bien claro que la simple firma de un
     contrato no era suficiente. Se alargaron los arrendamientos y, en caso de
     grave crisis, se impusieron bajo coacción.30
        Aplastados por un sistema opresivo y por arrendamientos injustos y
     perniciosos, los campesinos empezaron a huir: fue la aparición de la ana-
     coresis, uno de los fenómenos más graves  de la baja época helenística
     que acabó convirtiéndose en uno de los lastres del Egipto romano e im­
     pregnándose de valores  religiosos  con los primeros  anacoretas cristia­
     nos. Por más que se diga, el desierto sólo ofrecía acogida a una ínfima
     minoría, pues la vida en él era imposible para quien no estuviese acos­
     tumbrado al nomadismo. Pero Alejandría, con su población bulliciosa y
     difícil  de  controlar,  ejercía  una  creciente  atracción  tanto  más  fuerte
     cuanto que ofrecía la posibilidad de encontrar trabajo, y sus templos es­
     taban dispuestos a ofrecer derecho de asilo al campesino desertor. Por
     su parte, otros se agrupaban en bandas de salteadores que asolaban el
     llano. En los papiros se percibe la angustia y las amargas quejas de los
     que se quedaban, a quienes la solidaridad de la aldea obligaba a pagar
     por los que habían huido: las denuncias indignadas se multiplicaban an­
     te los agentes del rey.
        Los papiros  (especialmente el informe  de Zenón)  muestran  clara­
     mente el profundo descontento que reinaba en el campo. Los campesi­
     nos aparecen en ellos como harto violentos e incapaces de soportar la
     presión: sus reivindicaciones son presentadas con un énfasis de revuel­
     ta opuesto al tono de rastrera adulación que adoptan, en parecidas cir­
     cunstancias, los «pequeños griegos». Esa frustración y ese ambiente en­
     rarecido  explican  que  las  revueltas  alcanzaran  tanto  eco  en  la  khora
     egipcia.



        29.  Juramento de Tebtynis (107): «Hasta que entregue mi renta, me mantendré a la
     vista cada día, aplicado a los trabajos agrícolas, sin refugiarme en el altar sagrado de ningún
     templo, sin pedir ninguna protección y sin inventar ninguna excusa para librarme de ello».
        30.  Sin embargo, hay que señalar que nunca se llegó a la servidumbre. Aunque no
     había feudalidad, los estrategas concentraban todos los poderes en sus manos, pero no te­
     nían grandes posesiones.
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