Page 93 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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EL MUNDO DE LA CONQUISTA: LA EXPLOTACIÓN DE LOS REINOS 93
La mayoría de trabajadores, artesanos y campesinos era libre, aunque
tenían que destinar algunos días al año a la corvea o prestación personal
en los dominios reales.28 La agricultura seguía siendo la actividad funda
mental, y en la khora (país llano), la vida apenas había cambiado salvo en
algunas mejoras técnicas. En Egipto, particularmente, el fellah llevaba
una existencia tradicional, en miserables aldeas concentradas en mon
tículos artificiales, fuera del alcance de la inundación, y donde las re
quisiciones de viviendas para agentes reales o soldados hicieron sentir
duramente sus consecuencias: a menudo, el soberano, en respuesta a las
innumerables quejas registradas en los papiros, tenía que recordar que no
se podía requisar más de la mitad de una casa. La vida del campesino, in
dependientemente de para quién trabajase era dura — con arrendamien
tos, impuestos, corveas, toda clase de requisiciones legales y, cada vez
más, ilegales, que los funcionarios multiplicaban— , más dura que antes
de la conquista, ya que se le exigía una producción mayor.
Sin embargo, los textos permiten vislumbrar una evolución. En el si
glo III, la condición del campesino egipcio no era del todo mala. Alquila
ba sus brazos al rey (ya que la mayor parte de la tierra era real), pero tam
bién a templos o a particulares: el contrato que le vinculaba a su dueño
era libremente discutido y pactado. Pero, a principios del siglo II, la si
tuación empeoró: las guerras civiles arruinaron el campo; el rey, empo
brecido por la pérdida del Imperio, quería aumentar la producción de
una tierra que iba disminuyendo, porque las regiones que se habían ga
nado al desierto mediante obras de irrigación estaban siendo abandona
das por falta de mantenimiento de las instalaciones hidráulicas; y los fun
cionarios, menos controlados, a menudo se comportaban como déspotas.
Era cada vez más difícil encontrar campesinos dispuestos a cultivar las
tierras, y los papiros son testimonio de que acabó recurriéndose a todo ti
po de argumentos para persuadirlos a firmar contratos de trabajo, desde
apelar a la abnegación hasta la tortura.
Los remedios que buscó la administración a tan severa crisis no fue
ron más que paliativos que a veces agravaron el mal: es cierto que hubo
minuciosos reajustes de arriendos que mostraban un verdadero afán de
justicia, pero se llegaba a utilizar medidas de coacción. Se impusieron ta
sas suplementarias de arrendamiento a los campesinos menos pobres:
28. Sólo estaban exentos de prestación personal quienes no ejercían trabajos ma
nuales en la aldea. En Egipto había un curioso elenco de semejantes privilegiados: encar
gados reales, soldados griegos, embalsamadores de gatos...