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EL MURO DE LA EXISTENCIA
espirituales, y no a las bendiciones en sí mismas. Rumi (ﻩﺮﺳ ﺱﺪﻗ)
llama nuestra atención al respecto en los siguientes versos:
“Uno debe dejar atrás muchos recursos y estaciones
espirituales para poder llegar a su verdadero hogar.
No atribuyas la luz del hierro calentado al fuego al hierro,
porque es el fuego el que le da este brillo pasajero y lo calienta.
Si ves una casa llena de luz a través de una ventana, no
atribuyas esa luz ni a la casa ni a la ventana, sino más bien al sol
que es la fuente de la iluminación.
El sol les dice a los que son tan orgullosos de su brillo:
‘¡Oh gente insensata! Esperad a que veáis la verdad cuando
desaparezca bajo el horizonte o detrás de una montaña.’”
De la misma manera, haz de saber que cuando un cuerpo
aparenta ser bello y tierno, su verdadero poder está en el espíritu
que hay dentro de él. Los que entienden esta verdad y abandonan
su egoísmo, es decir aquéllos que se liberan de las garras del nafs
y mueren antes de morir físicamente, encuentran en su Amado, a
modo de recompensa, una nueva vida. En esta nueva vida Allah
es el ojo con el que ven y la mano con la que sostienen. En esa
estación el siervo vive en un gran estado de unión y no ve en todo
sino a Allah. Yunus Emre ha expresado la experiencia de esta
unión de la siguiente manera:
“He encontrado la fuente de la vida,
¡qué me importa mi vida!
No me preocupa la bancarrota,
¡qué me importa mi tienda!
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