Page 219 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
Después de la bomba que coloco Pablo Escobar contra el periódico “El Especta-
dor” (Av. 68 con calle 21), yo estaba encargado de los activos de la embotelladora
(kioskos, avisos luminosos, vallas, murales, neveras verticales, enfriadores etc.) Fui
a levantar el acta para dar de baja los activos que teníamos instalados allí (2 neveras
verticales y 4 enfriadores), que lógicamente habían volado por los aires. Cuan-
do llegue a entregar el informe a mi jefe inmediato de ese momento (Gabriel López)
el con su estupidez y arrogancia que lo caracterizaba, me pregunta: “Yoryi (así me
decía), como es posible que vayamos a perder esos activos …? Quien nos los va a pa-
gar…? Tienen que aparecer”, me quedo mirándolo con esa piedra y le digo: “Gabriel,
lea periódicos, vea televisión, porque no fue conmigo, usted sabe cómo queda
un sitio después de estallar una bomba de esa magnitud…?”, y me fui, habráse
visto…?.
Desde pequeño me ha gustado el mamoncillo, mi madre andaba preocupada por las
pepas, ya que se ahogaban muchos chinos con ellas, entonces se inventó un cuento,
sugerido por las abuelas: “Pepa de mamoncillo que tú te pases, te sale una mata por el
ombligo”, y yo me ponía a llorar y después de comer el mamoncillo, escupía la pepa y
me miraba el ombligo.
Los sábados por la mañana me dedicaba a entregar las donaciones de gaseosa que
se le daban a fundaciones, orfanatos y conventos regentados por monjitas. Esta era
labor de propaganda en Bogotá, entonces había que coordinar telefónicamente con las
monjas entre semana, la recogida en la embotelladora de las canastas, que general-
mente eran 5 o 6 cada ocho días. Mi voz por teléfono es bastante varonil y conquista-
dora, una de esas monjitas cuando llego a la planta, pregunto: “Donde puedo conocer
al señor promotor Jorge Barahona…?, cuando me le presente, la monjita descarada y
sincera, me dice: “Señor Barahona, usted es lindo y hermoso, pero por teléfono me lo
imaginaba con cuerpo atlético, rubio, ojiazul, en lo único en que no me equivoque, fue
en la estatura”, y yo, tan simpático, sonreí y le dije a la monjita: “Sabes que…? No me
simpatizas”.
Mi regalo inolvidable lo recibí un diciembre, me lo trajo el niño Dios, un camión gana-
dero, su carrocería era de lata y madera y lo más chévere, era que yo cabía ahí, tendría
como 4 años.
En una etapa de la vuelta a Colombia en bicicleta, con llegada a Manizales, yo par-
ticipaba en la caravana publicitaria, estaba instalado en la escotilla de una camioneta
de sonido, que me habían asignado desde Cúcuta para tal fin. Aprovechando que esta
camioneta tenia excelente sonido (ver fotografía en álbum), yo había cuadrado con mi
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