Page 222 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



            Gaspar ni Otto, estaba atendiendo el hijo de Gaspar, no recuerdo cuál era su nombre y
            yo, inteligente que soy, rechace la inscripción al curso. Si desean saber realmente que
            paso, disfrutemos en la calle 20 con carrera 9ª donde “El compa”, un ceviche de cama-
            rones, no ha ido al espectacular sitio…? Ahí le puedo terminar de contar mi “burrada”.







               Cuando me di cuenta, después de caminar por horas desde el barrio Simón Bolívar,
            llegué a la intersección donde uno coge camino para Fusagasugá o para Sibaté (el pue-
            blo) o hacia mesitas del colegio, pasando antes por el salto del Tequendama. En medio
            de mi angustia y mi depresión, mi objetivo era el suicidio, pero la providencia me desvió,
            afortunadamente, gracias a Dios me equivoque de camino. Resulta que hay dos cami-
            nos para cumplir con ese absurdo destino. El primero lo lleva directamente después de
            haber caminado unos pasos al borde de la piedra de los suicidas, como se le conoce,
            no es sino dar un paso, y se cae al vacío, no sale ni en el periódico, y el segundo, que
            fue el que me hizo coger mi ángel de la guarda, llega muy lejos del abismo y saben
            que…? Me dio miedo, reaccione y ya más tranquilo, recapacite y me devolví por donde
            había llegado al sitio… si quiere saber cómo acabo este retrato, que tal si nos echamos
            un granizado de néctar verde…? Ahh…! Que rico…! Si no, dejemos así ahijadito…!





               Era como la una de la mañana, debía que regresar a Bogotá para prepararme al
            siguiente día (domingo) ya que estaba atendiendo las ferias y fiestas de Suesca (C/
            marca), venía manejando la camioneta de sonido “La pitufina”, como yo le decía, solo y
            con tragos en la cabeza, de pronto, antes de salir a la carretera principal, la camioneta
            comenzó a saltar y me encunete de inmediato,  estaba completamente oscuro, apague
            la camioneta, me baje para ver con la linterna que estaba pasando, pero sentí blandito
            el piso, entonces pensé: “Estoy entre un vallao, una laguna o algo fangoso”, saque fuer-
            zas y le pedí a mi Dios, que me sacara de ahí… y así lo hizo. En la mañana, entrando
            al pueblo, me estaba esperando un campesino y su familia, yo ya estaba fresco como
            una lechuga, listo para la otra… quiere saber cómo termino este retrato…? Fácil, que
            tal un roncito santa fe y se lo cuento…? Recuerde que el ron debe ser puro y también
            se disfruta granizado…!




               Ese día me levanté como de costumbre, a las 4:30 de la mañana, no desperté a
            la negra, por respeto a su sueño, como lo hacía todos los días. Me arreglé, me puse
            el uniforme que usaba a diario, blazer azul cruzado, pantalón gris de franela, camisa
            blanca con logo de Coca-Cola en la parte izquierda, encima del bolsillo y corbata roja.
            Saque la camioneta asignada del garaje “la Pitufina”, y me enrumbe a la embotelladora
            en Fontibón. Ya eran las 5:30 de la mañana, no caí en cuenta del porque las calles tan
            solas, llegué a la puerta de entrada de las oficinas, salió don Francisco Mora, guarda



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