Page 236 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar
Una de las 10 impulsadoras promotoras que tenía a mi cargo, en uno de los tantos
eventos que tocaba atender, si mal no recuerdo, era en una toma de la zona rosa, no se
quería recoger el cabello en una cola bien peinada y agarrada con gancho, por orden
de los jefes de la empresa de licores de Cundinamarca y representaciones Continental,
nuestros jefes directos de néctar y ron santa fe, era que todas las niñas, para atender
cualquier evento, debían estar perfectamente uniformadas, con el cabello recogido y
con las uñas de las manos perfectamente arregladas y muy bien maquilladas. Quiere
saber porque la niña no podía trabajar sin cumplir las normas…? Que tal un granizado
de néctar verde…? Y les cuento, o un whisky, sin hielo por favor, porque nos lo tiramos,
sino, dejemos así ahijadito…!
Me invitaron a la 1 de la mañana, a conocer la antena repetidora de la emisora en
Pacho. Allá me subí a la camioneta de sonido asignada, una Dodge Custom, modelo
1975, llena de gente, ollas y trago. Por la mañana fui a bajar en la camioneta y el gua-
yabo y el miedo a las alturas, no me dejaron.
En unas vacaciones mías, me fui para Amalfi (Antioquia), con Libardo Arroyave, un
compañero de trabajo en Coca-Cola de Medellín. Aborde un bus escalera o la tradi-
cional “chiva”, como la conocemos, le pregunte al chófer: “Caballero, tiempo estimado
para llegar a Amalfi…?” y me contesta: “Mas o menos tres “puchos”, quiere saber cuán-
to era eso en tiempo…? Fácil, tomémonos otro granizado de néctar verde y les cuento,
o sino, dejemos así ahijadito.
“Apúntame flaquito”, se volvió la frase preferida de mi ex socio, Ricardo Blanco. Me
asocie con él para desarrollar actividades de asesorías, coordinación, montaje de even-
tos, trasmisiones de radio y televisión (que las hicimos), a nivel regional y departamen-
tal. Pero si desea saber más de este retrato, mojemos la palabra, porque así a palo
seco, es muy berraco. Entonces que tal un whisky o un granizado de néctar verde…?
Ahh…! Que ricooo…! Chin-chin…
Una de mis primeras invitaciones a salir, con la mujer que aún me trasnocha que,
por respeto al marido, me reservo el nombre, fue a un salón de onces muy cachetudo,
muy elegante, ubicado en la carrera séptima con calle 17, segundo piso, se llamaba el
Yanuba. Afortunadamente, la dama en cuestión, la bellísima y mi traga (NSL), nunca se
enteró de lo que me toco hacer, debido a lo costoso que era el lugar. Yo tome un vasito
con agua, disque, según le dije al mesero, era por mi salud. Me toco dejar mi reloj de
pulso en la administración del sitio y al otro día, ir a cancelar la cuenta.
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