Page 239 - Biografia
P. 239

Jorge Humberto Barahona González



               Aunque estaba con la muñeca de la mano izquierda operada y reconstruida con pla-
            tino, así seguí trabajando con Bavaria, atendiendo y presentando reinados de belleza
            y animando verbenas populares en poblaciones de Cundinamarca. Mano y brazo so-
            portados por un cabestrillo. Una noche me tocaba atender presentación de orquesta
            y reinas, en una vereda del municipio de Sopo, a una hora del pueblo. El chiste del
            cuento, para que no se impacienten estimados lectores y lectoras, era que la única flota
            que llegaba a esa vereda, pasaba por el paradero del pueblo a las 6:30 de la tarde y yo
            debía iniciar mi trabajo a las 8 de la noche. Esa tarde noche, no supe que paso, pero el
            bus llego tarde por más de media hora y repleto de gente. Yo iba angustiado dentro del
            bus, de pie y con mi brazo izquierdo enyesado, además iba sudando petróleo porque
            iba a llegar tarde.
               De pronto, apareció un señor sentado en la mitad del bus, al lado de la ventana, ves-
            tido con un traje negro, corbatín, chaleco, era bajito, con la frente amplia y canoso, me
            sonrió y me dijo: “No se preocupe ni se angustie que va a llegar a tiempo, yo construí
            esta carretera”, miro hacia afuera por la ventana del bus (todo estaba oscuro) y me dijo:
            “Faltan dos o tres curvas, quiere sentarse…?”, yo le pregunte “Y usted donde se va a
            sentar…?” él me contesto: “Tranquilo que yo me paso adelante, porque hay un puesto
            desocupado”, a lo que le dije: “Siendo así, gracias”, me despreocupe del señor, sin em-
            bargo, levante la cabeza, mire al viejito y con el dedo pulgar, me señalo hacia arriba,
            queriéndome indicar que ya estaba cómodo. Quiere saber el desenlace de esta histo-
            ria…? Mojemos la palabra, que tal un jugo de mora o mandarina con mantecada…?
            Después de escucharme, saque sus conclusiones…




            Cuando mi hermosa hija, Sandra Patricia, se graduó como bachiller en el colegio de
            monjas “Girazoma”, yo tuve la fortuna de ser el maestro de ceremonias de la clausu-
            ra. Tenía dos satisfacciones, dos orgullos. Primero, me habían escogido las directi-
            vas del colegio, entre muchos presentadores, para conducir la ceremonia y segundo,
            era el último año en el colegio, ya que mi preciosa hija, salía como bachiller  de la
            república y yo le iba a entregar el cartón que la acreditaba como tal en el escenario.
            Que hice…? Contrate un camarógrafo profesional, para que realizara el video de ese
            día tan especial. Al terminar todo, me dirigí al camarógrafo para preguntarle, cuan-
            to costaba el video y para cuando estaba. Pero oh sorpresa…!, el camarógrafo me
            contesta: “No hice le video, porque esa señora bajita de pelo largo me dijo, no lo haga,
            no  hay  necesidad,  porque  yo  tengo  cámara”,  al  final  que  lastima,  que  frustración,
            porque ni lo hizo ella, ni lo dejo hacer… sin comentarios.





               Después de muerto mi padre, mi madre prestaba la casa, ahora sí, con más frecuen-
            cia, para ser utilizada como centro de médiums, al sagrado corazón de Jesús, que
            según me contaba ella, lo vio levitar sobre su cama. Como yo vivía al frente, de vez en
            cuando, echaba un ojito a la casa. Un buen día, a las 10 de la mañana, vi a un “tipo”,
            más o menos de 40 años de edad, que asomo a la puerta de la casa, con un pocillo en



                                                            239
   234   235   236   237   238   239   240   241   242   243   244