Page 243 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
A las 7 de la mañana timbraron a la puerta de la casa y preguntaron: “Por favor, el se-
ñor Jorge Barahona…?”, mi madre salió por la ventana del segundo piso y les dijo: “No
señor, no está, como para que sería…?, entonces le dijeron: “Si esta señora, no mienta,
no lo niegue, que la señora que salió de la casa del frente, la de la casa con rombos
verdes y fachada de piedra, nos dijo, “El señor Barahona ya no vive aquí, vive al frente,
en la casa de las arañas, donde la mamá”. La visita no era de cortesía, era un embargo
preventivo, ordenado por el juzgado donde cursaba el proceso en mi contra, por deuda
de un millón de pesos y que, por intransigencia y falta de voluntad, de concentración,
de Vicente Echeverry, agiotista y disque amigo mío, y que a pesar de que yo fui con mi
mano izquierda, recién operada y enyesada, este señor protesto la letra de cambio, por
un millón de pesos que, por atraso en intereses mensuales, no me escucho y la cuenta
ya iba en 7 millones. El grupo del juzgado que llego, era:
- Abogada de Vicente Echeverry de invercreditos
- Inspector de policía de la zona
- Secretario con máquina de escribir y mesa portátil, él va tecleando lo que diga la
abogada.
- Un camioncito carpado, con el conductor que, algunas veces, sirve como cerraje-
ro, en caso de que uno se niegue al proceso de abrir la puerta de la residencia perma-
nente del embargado. Y ahí mismo empieza la diligencia, con uno presente. Siendo las
7 de la mañana, el día tal del año tal y en presencia del señor inspector de policía de la
zona correspondiente al juzgado civil numero tal, procedemos a embargar los muebles
e inmuebles, enseres, mejor dicho, eso es inmundo, no se lo deseo a nadie. Si le inte-
resa saber el desenlace de este apasionante episodio, se lo cuento, pero disfrutando
de un granizado de néctar verde, sino, dejemos así ahijadito.
En unas ferias y fiestas en san Joaquín, a 5 minutos del municipio de la Mesa, me su-
cedió algo que jamás podre olvidar en mi vida. Esa noche, por hacer más, le insinué al
inspector de policía, que metiera a la cárcel a mi compañero de ventas, ya que estaba
despechado y no nos dejaba trabajar. Intento suicidarse en más de dos ocasiones en la
noche. A la mañana siguiente, me avisaron en el hotel Bogotá donde me hospedaba en
esos días, por la atención de las ferias y fiestas en san Joaquín, que mi compañero se
había suicidado en la celda donde yo había insistido que lo guardaran, les cuento que
el sentimiento de culpa que sentí, fue indescriptible. De todas maneras, a este cuento
le falta un buen pedazo por contarles, cuando deseen, se los cuento, pero disfrutando
de un néctar verde granizado, sino, dejémoslo así ahijadito…!
Porque mi madre no recibió al señor anticuario que yo había conseguido por el pe-
riódico el tiempo, para venderle todos los muebles y utensilios que eran considerados
como antigüedades…? Mi madre, tan querida ella, me hizo quedar como un cu… saco
al señor a empujones de la casa cuando estaba conversando conmigo, no hay derecho,
que vaina no…?
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