Page 247 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González



               En unas vacaciones en el municipio de Tocaima, la ciudad salud de Colombia, como se
            le conoce, estábamos parados en el atrio de la catedral del pueblo, eran las 6 de la tar-
            de, cuando de pronto, sentí un picotazo detrás de la oreja derecha, me había picado una
            avispa negra y grande, el dolor fue espantoso, sin exagerar, gritaba y chillaba sin parar.
            Mi madre rápidamente consiguió agua y miga de tabaco y me lo echo, también espicho
            donde me había picado para sacar el aguijón. La gente se aglomero, Yaneth chillaba con-
            migo y mi padre, que creen que estaba haciendo…? Si… eso mismo, vaciándome, me
            decía: “Claro, por estar de brincón, puro descuido suyo, culpa suya Blanca”, porque
            para él, lo malo que nos pasaba o lo que hacíamos mal, siempre era culpa de la pobre
            Blanca, menos mal que ella ya ni le paraba bolas, y mi padre me seguía gritando: “No
            chille tanto, no sea pendejo, sea macho, los hombres no lloramos, eso no es nada,
            usted es mas flojo que un perro blanco”, esa era su frase de remate para estos casos.
               Estando en esas, mi padre empezó a gritar y a saltar sobre sus callos, se le salieron
            las lágrimas: “Mija, Blanca, el chino tenia razón, esto duele mucho”, que creen que
            paso…? Si, señoras y señores, a él lo pico otra avispa, en la oreja contraria a la mía.
            Ah…? Como le quedo la oreja…? Digo, el ojo…?





               Llevaban 5 años, dicho por los empleados del hotel “El campano”, en el ahora mu-
            nicipio de coveñas que había un olor insoportable y ruidos en el baño, situación que
            no dejaba arrendar uno de los apartamentos con baño privado de la parte de atrás del
            hotel. Como el olor y los ruidos eran de noche y a la madrugada, decían que había un
            espanto costeño y todos salían corriendo. A un administrador general lo nombran para
            eso, para solucionar los problemas, y así lo hice. Me dediqué a investigar y descubrí
            que era… pero primero tomémonos un whisky, solo por favor, o si no, nos lo tiramos,
            además porque este cuento a palo seco es berraco, ahora sí, continuemos. Levanta-
            mos la tina del baño y descubrí, y hablo en primera persona, porque los cobardes de
            mis compañeros de trabajo, me dejaron solo. Era la madriguera de una zarigüeya, que
            me ataco al levantar la tina, y porque me ataco…? Porque acababa de parir sus crías
            y lógico, como madre, las protegía. Tapamos el túnel que había hecho, durante los 5
            años, sin exagerar, limpiamos el terreno, se instaló mejor la tina de baño, mejor asen-
            tada y se acabó el problema de chismes y leyendas.






               En una de las tantas fiestas a las que me invitaban después de mi trabajo, debía ser por
            mi simpatía y presencia, una noche me acompaño el supervisor de ventas, Tomas Cabre-
            ra, desgraciadamente, llego prendido a la fiesta y saco a bailar a la dueña de la casa, la
            amacizo y le puso la mano abierta en todo el rabo de la vieja, por supuesto ustedes, es-
            timados lectores y lectoras, imaginaran lo que paso, pero lo que más me impacto, fue la
            respuesta de Tomas, después del cachetadon tan hijue… que le dieron: “Lo que pasa es
            que yo pertenezco a un club de solteros y acabo de llegar de un crucero por el Brasil, quie-
            ren saber más…? Que tal un ajiaco con pollo y les cuento… sino, dejemos así ahijadito…


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