Page 107 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 5
vio la pelota esa tarde, el ‘Potro’ Stacey lo borró de la cancha. Era una
máquina, pero le pusimos el freno. Después también entraron el ‘Tano’
Roma, que era un ‘Tarzán’ del arco y el delantero Raúl Belén. Los
gauchos pusieron todo, pero ese día no nos ganaba nadie. ¡Que triunfo
Dios mío! Ha pasado más de medio siglo de esa victoria espectacular y
todavía se me pone la piel de gallina de la emoción.
De ese partido guardo una anécdota. Los argentinos estaban picados
y antes de mover la pelota para iniciar el segundo tiempo, Sanfilippo,
dijo: “vamos a darles una lección a estos indios de a cinco”. Se me subió
el diablo a la cabeza. Les comenté a mis compañeros la grotesca frase
del ‘Nene’ y lo comenzamos a cepillar sin contemplaciones. Le hicimos
sentir que no éramos los indios incivilizados que el creía y con fútbol
tuvo que tragarse sus palabras.
JUGUé JUnTO A LAS ESTRELLAS
Siempre tuve la suerte de jugar junto a los mejores. Con punteros de
lujo, como Gonzalo Pozo, Armando ‘Tito’ Larrea y Roberto Eliceo
Ortega. El ‘Pibe’ que fue un fenómeno y que brilló en el fútbol
italiano. Junto a Pepe Morillo, que con las inmensas condiciones que
tenía pudo llegar a convertirse en una gran estrella. Le decían ‘Saeta
rubia’ relacionando su calidad con la del astro argentino Alfredo Di
Stéfano, que hacía roncha en el majestuoso Real Madrid, que presidía
Don Santiago Bernabéu.
Compartí el ataque con Gem Ribadeneira, un jugador fino que se vestía
de smoking para jugar al fútbol, como reseñaba Carlos Rodríguez
Coll, en sus relatos radiales. En Barcelona jugué con Clímaco Cañarte,
Enrique ‘Pajarito’ Cantos y otro puñado de grandes jugadores. Alterné
con Leonardo Palacios, al que muchos reconocían que había sido
la primera gran dupla y el gestor de los primeros éxitos de Alberto
Spencer antes de marcharse a Montevideo para llenar de goles los arcos
uruguayos, de Sudamérica y del mundo.
No puedo olvidar a Mario Zambrano, un volante fino de gran manejo
e inteligencia. Es cierto que ese fútbol que jugábamos era lento, pero
Memorias de un triunfador 107