Page 112 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Si no miremos el caso del escocés George Best que fue un fenómeno,
            un jugador que paralizaba a las tribunas, pero que terminó todas las
            abundantes sumas de libras esterlinas que ganó, despilfarrando en
            largas jornadas alcohólicas, rodeado de bellas mujeres, entre las que
            se contaron tres Miss Universo. Obviamente, murió joven, pobre y
            olvidado.


            La viveza criolla estaba a la orden del día en el trámite de los partidos en
            el fútbol ecuatoriano. Un día le metí un ‘piquete de ojos’ a un rival. El
            árbitro sancionó tiro libre, porque sostenía que le había golpeado fuerte
            en la rodilla. Pero el jugador se tapaba la cara dando muestras de dolor.
            “Es un mentiroso”, gritaba a voz pelada, dirigiéndome al árbitro. “Se
            tapa la cara, y yo le impacté en la rodilla”, insistía, sin que el juez atinara
            reacción, porque no vio el piquete. Fue en un partido con el América,
            cuyo técnico Eduardo Bores me había mandado una marca asfixiante,
            como era su costumbre para anular a las mejores piezas del rival.

            En el libro ‘Bendita pelota’ que describe la vida de ese espectacular
            relator y periodista que fue Carlos Efraín Machado, cuenta Carlos que
            jugó en el club Atahualpa como profesional, que entraba a la cancha
            con la consigna de anularme. Como virtualmente me respiraba en la
            nuca, un día le dije: “Retírate y cierra la boca que te está apestando”.


            Carlos jamás olvidó esa ironía. Que Dios lo tenga en su seno. Fue un
            gran amigo y uno de los personajes más influyentes en el periodismo
            ecuatoriano. El entendía que en la cancha vale todo.

            Otra perla de aquellos tiempos es la sinfonía de patadas que le propinó
            el ingeniero Ney Mancheno al árbitro Fausto Torres. Se bajó de la
            tribuna, entró a la cancha y le cayó a puntapié limpio frente a toda la
            gente que estaba en los graderíos del Atahualpa. Esa agresión provocó
            una demanda judicial. Es que la gente del Deportivo Quito siempre
            fue de armas tomar y no se tragaba las injusticias.


            Después recuerdo un lío con Peñarol y otro entrevero con la Selección
            de Argentina. Tuvo que intervenir el Alcalde y el Embajador de ese país
            para calmar los ánimos. Era un fútbol bravo, mañoso, jugado a muerte

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