Page 117 - LIBRO ERNESTO
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Capítulo 6



               Enseguida fui llamado a un Consejo de Disciplina, y tuve que salir. Me
               di cuenta que no tenía carácter para afrontar ese manejo autoritario y
               me olvidé para siempre de la intención de convertirme en militar.

               Siempre me persiguieron los incidentes con los militares. En cuarto
               año  asistimos  al  cuartel  que  estaba  en  El  Pintado  para  realizar  las
               guardias nacionales. Nos castigaban con trote, flexiones y sapito. Ante
               tanto castigo, un día amparado en el anonimato del grupo le dije a
               un sargento: “Corre vos”. Preguntó inmediatamente quien gritó. Me
               identificaron, trajo a un conscripto y nos hizo calzar guantes.































               En los inicios de su fulgurante carrera como director técnico, conduciendo al equipo del
               Colegio Militar, en el que alineaba su hijo mayor, Ernesto Jr, que posa con la pelota.

               El milico me superaba en edad y los guantes eran muy grandes y me
               pesaban. Yo finteaba con propiedad, porque había aprendido viendo
               las grandes peleas de boxeo en la Plaza Arenas, en el Coliseo y en la
               Plaza de Toros Quito y no le presentaba un blanco fijo. Hasta que
               me calzó con dureza. Perdí la cabeza, le pateé, le pegué a la criolla,
               lo arrodillé y todos salimos al grito de: “M...e...j... í... a”. Nunca más
               regresé al predio militar. Sin duda era un terreno minado para mi.

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